sábado, 11 de octubre de 2014

¡Que vivan las cosas bonitas de la vida!

No, no he desaparecido del mapa aunque pueda parecerlo debido al tiempo que ha transcurrido desde la última vez que decidí pronunciarme ante vosotros.  Lo cierto es que estas últimas semanas he estado de lo más atareada, y afortunadamente en la mayoría de los casos esas ocupaciones que me han mantenido desconectada han sido de lo más gratificantes y llenas de momentos mágicos que me gustaría compartir con vosotros:

Se casó mi niño Santi, ese chico ideal que toda madre querría para su hija, siempre atento y maravilloso… especial. Fue un momento mágico en el que desde el minuto cero tuvieron un protagonismo importante las miles de lágrimas que rodaban sin cesar por mis mejillas. Tampoco creáis que hice mucho por frenarlas. Al fin y al cabo demostraban una emoción y una felicidad sincera e infinita por aquellas dos personitas que se merecen sin ninguna duda la felicidad más absoluta que pueda existir en este mundo.

Fue una celebración cuidada hasta el más mínimo detalle en donde los reencuentros con gente a la que hacía siglos que no veía se hicieron inevitables. Mi niña Eva aprovechó la ocasión para anunciar su tan deseado embarazo y podéis estar seguros de la ilusión con la que todos esperamos a que Mateo saque por fin su cabecita y salude a grito pelado al mundo. Esa boda consiguió que Sonay se viniese de Dinamarca para hacer feliz a otro pequeño tesoro que ha plantado sus firmes pies sobre esta tierra tan inestable. Y a David se le veía feliz y enamorado. Y yo los observaba allí, en la pista de baile, moviéndose tan acaramelados con cada canción que iba sonando que no pude hacer otra cosa más que, con esa sonrisa boba, sentirme gozosa por esa infinita felicidad que los envolvía a los dos. Y cómo no, entre tanto pasteleo no podía faltar la típica broma de “a ver a quién le toca ahora”. Y la broma la sufrieron Noe y Alberto. Bastante estoicamente, todo hay que decirlo, esquivaron todas y cada una de las directas y las indirectas que como dardos les íbamos lanzando durante la velada.

Es cierto, no todo puede ser perfecto y en esta ocasión también hubo algo que chirrió más que cualquier bisagra que pasa años sin que nadie la lubrique y que crea un estruendo horrible cada vez que alguien abre ese portón que lleva hacia cualquier lugar. Efectivamente, algo se rompió también esa noche. Y se rompió para siempre. Sin que exista ya posibilidad alguna de vuelta atrás. Y yo, en mi decidida propuesta por caminar mirando sólo hacia adelante, continúo dando pasos sin perder mi sonrisa. Me quedo con ese ambiente romántico que rodeó la velada, con esa gente maravillosa que a pesar de los años sigue siendo la misma, con la firme convicción de que la vida, a veces y si te lo propones, puede ser maravillosa.

En estas últimas semanas me permití el lujo de evadirme unos días del mundo y cambiar Madrid por un rinconcito en el Mediterráneo que es un verdadero paraíso. Si no habéis ido nunca a Jávea os recomiendo que reservéis un poquito de vuestro tiempo para daros una vuelta por ese pueblo costero de Alicante. Sus calas son espectaculares, con esa agua pura y cristalina que te invita a mecerte en ella. Desde cualquiera de sus infinitos miradores podréis disfrutar de unas vistas que os aseguro conseguirán quitaros el hipo. Si os gusta disfrutar aunque sea sólo un poco de la naturaleza en su estado más puro, os prometo que no os defraudará.

También he tenido tiempo de despedirme, ahora sí, de mi querida Marietta. Con mucho esfuerzo y no menos pena conseguí redactar las últimas líneas de su historia y de esta manera permitirle que continúe su vida ya sin mí. La echo de menos más de lo que jamás hubiese imaginado, pero quién sabe… a lo mejor algún día volvemos a encontrarnos en un recodo del camino y puede que ella esté deseosa por contarme todas sus nuevas aventuras. Os prometo que si ese día llega yo tomaré buena nota de todas y cada una de sus historias y como espero hacer en esta ocasión, os haré partícipes a todos de sus locuras.

He podido confirmar a lo largo de estas semanas que tengo unos amigos increíbles. Puede que esto suene demasiado materialista, pero cuando recibí mi regalo de cumpleaños y vi la lista de 20 personas que se habían puesto de acuerdo para conseguir cumplirme el capricho que yo sola no podría haberme permitido ni en sueños, no pude evitar echarme a llorar. Me siento, querida no, lo siguiente. Y desde aquí quiero volver a dar las gracias a todos y cada uno de esos pequeños tesoros que me rodean que pensando solamente en hacerme feliz me han cumplido el deseo.

Han pasado muchas más cosas durante todo este tiempo, y no todas precisamente buenas, pero ya estoy harta de transmitiros malas vibraciones así que he decidido guardarme para mí todas esas malas noticias, ocultándolas en el más oscuro cajón que pude encontrar.

Prefiero compartir con vosotros el subidón enorme que me recorre el cuerpo cada vez que, subida a mi amiga-enemiga la báscula, confirmo semana a semana que la cifra que se muestra en la pantalla se va haciendo cada vez más y más pequeñita al tiempo que yo me hago cada vez más y más grande. Jamás creí ni imaginé lo que significaba para cualquier persona tener la autoestima por las nubes. Ahora que por fin me he dado cuenta de la diferencia entre vivir feliz y vivir sufriendo me quedo evidentemente con lo primero.

Mucho me ha costado llegar hasta aquí. No ha sido un camino fácil ni falto de obstáculos. Pero con todo y con eso cada momento vivido ha merecido la pena y me ha enseñado una buena lección.



Chic@s: soy FELIZ. Con lo que tengo. Con lo que soy. Por fin estoy en paz conmigo misma. Y es una sensación tan maravillosa que me hace sentir tan ligera que noto cómo mis pies se elevan sin remedio del suelo para volar hasta esa tranquilidad tan absoluta que me permite seguir disfrutando de cada momento sin preocuparme por el siguiente. Por primera vez en mucho tiempo noto que sólo me necesito a mí misma para lograrlo. Y lo único que pido es que dure eternamente.


The Calling: Wherever you will go. http://youtu.be/iAP9AF6DCu4