domingo, 14 de junio de 2015

Feria del Libro de Madrid 2015 o el tributo a la lectura.

Como todos los años por estas fechas abre sus puertas (en realidad he de confesar que a día de hoy está a punto de cerrarlas) la Feria del Libro de Madrid, en esta ocasión en su edición número 74. Poca gente quedará ya por estos lares que pueda presumir de haber estado presente la primera vez que las casetas subieron sus persianas o descorrieron sus cortinas (o lo que fuese que estuviese de moda en aquella época) para que personas ávidas de conocimiento y deseosas de encontrar una lectura que llenase sus ratos muertos o los momentos anteriores a caer en brazos de Morfeo pudiesen dar con el libro perfecto.

Y digo yo: para ser la española una sociedad que se entretiene en ocasiones con cualquier cosa, incluso con el zumbido de una mosca antes que leyendo un libro, bastante ha aguantado esta feria entre nosotros. A pesar de encontrarnos inmersos en plena era de la tecnología en donde los libros electrónicos están de moda y pesan menos que muchos manuscritos, es gratificante ver la cantidad de ejemplares en papel que llenan las distintas casetas distribuidas de manera ordenada a lo largo del Paseo del Duque de Fernán Núñez que es como se llama la calle en la que se ha montado todo este espectáculo, mediático en ocasiones gracias en parte a la presencia de innumerables personajes, escritores unos y otros no tanto, que sentados en sillas más o menos cómodas dedican sus mejores palabras a todos aquellos que quieren llevarse un ejemplar firmado y sus mejores sonrisas para salir lo más guapos posible en la foto de rigor. Porque uno nunca sabe quién va a terminar viéndote el careto…

Total, que como cada año por estas fechas Araceli y yo nos damos una vuelta por el Retiro, ese idílico lugar lleno de árboles, fuentes e incluso un estanque que habita el corazón de Madrid escenificando el contraste más brutal entre naturaleza y asfalto y que a mí, personalmente, tanto me gusta. Lo hacemos porque las dos somos devoradoras de libros (confieso que ella lo es algo más que yo últimamente), una de esas coincidencias en gustos que forma parte de ese ramillete de aficiones comunes que han hecho que sigamos siendo amigas desde hace ya mil años. Y lo hacemos porque en el fondo también somos un poco cotillas y nos gusta verle la cara a esa rara avis que habita entre nosotros, conocida vulgarmente con el vocablo de escritores, y que como ya comentaba unas líneas más arriba se reúnen en manada en escasos metros cuadrados a lo largo de las jornadas que dura el evento. Y si ya de paso te encuentras cara a cara con alguno de tus ídolos y consigues hablar dos palabras con él la satisfacción ya es completa. Añado además el ejercicio saludable que es caminar, feria arriba y feria abajo, y de esta manera contribuir a conseguir ese cuerpo de escándalo que dejará a todos con la boca abierta este verano. Todo sea por que la operación bikini sea un éxito sin parangón. Muy listos estos señores organizadores de la Feria del Libro al haber elegido las fechas para el evento. Estoy por escribirles un correo de felicitación y agradecimiento por la labor prestada a la causa…

Tal vez llegado a este punto del relato os estéis preguntando si me he traído algún libro nuevo a casa o quizás si me he encontrado con algún famoso, escritor reconocido o en ciernes, en mi camino. No desesperéis que ahora mismo os informo al respecto, por lo que os rogaría que dejaseis de morderos las uñas por la impaciencia. No hay nada más feo que unas manos mal cuidadas.

Lo cierto es que no llevaba ninguna intención concreta de comprarme nada, si bien es cierto que sabía que ayer por la tarde uno de los que firmaba libros era Luis Ramiro. Si sois seguidores fieles de mi blog hay grandes probabilidades de que sepáis de quién hablo. Tranquilo todo el mundo. No voy a obligaros a leer como posesos entradas antiguas para averiguarlo si así no fuese. Soy un bicho, pero no tanto…

Luis Ramiro es un cantautor que reconozco que me gusta bastante y que conocí gracias a Esther hace un par de meses cuando con dos narices me planté en un concierto suyo sin haber escuchado siquiera el primer acorde de ninguna de sus canciones. Y como me confieso mujer de extremos, pasé de no tener ni idea de qué cantaba el pollo a considerarlo la polla. Es un poeta que consigue transformar poesías en canciones y como no podía ser menos, si su intención era dedicarse a escribir tendría que hacerlo publicando un libro de poemas. Y yo creo que lo ha bordado. Al menos a mí me ha tocado la patata de la misma forma magistral que en su día (como digo no tan lejano) lo hicieron sus canciones. No creo que sea necesario confirmaros que, ni corta ni perezosa, me acerqué a la caseta número 45, esperé mi turno y cuando me tocó la vez le pedí que me dedicase el ejemplar que pensaba comprarme y llevarme a casa. Hablamos durante un par de minutos, le confesé mi devoción hacia su música, nos sacamos un par de fotos y nos despedimos con un par de besos. Él se quedó en la caseta firmando otro ejemplar a otro fan incondicional y yo me marché contenta con mi dedicatoria. Le deseo toda la suerte del mundo. Es un tío majete. Ya sólo por eso se lo merece.



Continuamos con nuestro paseo, sorteando a la gente que al igual que nosotras decidió pasar la tarde de ayer en aquel lugar, y en una de esas veces en las que giré la cabeza hacia cualquier caseta que me fui topando por el camino vi a una persona a la que sin conocer de nada he admirado desde siempre. Además de parecerme una belleza en toda regla, siempre he pensado que tiene la cabeza muy bien amueblada y los pies puestos muy firmes en la tierra. Fue modelo, pero aunque os parezca mentira no fue la envidia por ese cuerpo espectacular lo que me llevó a que me fijase en ella, ni esa cara perfecta, ni siquiera esos ojos claros. Lo que realmente me sorprendió fue el hecho de que además de ser físicamente envidiable su forma de hablar demostraba que también había buena materia prima en el interior. Así que echándole más morro que otra cosa me acerqué a Martina Klein y le pregunté si podía sacarme una foto con ella. Y aquí estamos, la Bella y la no tan bella, juntas en una misma instantánea.



Recorrimos el lado derecho hasta que nos quedamos sin casetas y giramos nuestros pasos para dedicarnos a pasear el lado izquierdo, ese que como recordábamos ayer Araceli y yo, siempre era el último en ser explorado. Íbamos hablando de nuestras cosas cuando desde uno de los stands nos llamó la atención la siguiente frase: “Prohibido tirar comida a los autores” y nos reímos de la ocurrencia. Y hete aquí que los autores se dieron cuenta y comenzaron a llamar nuestra atención para que nos acercásemos con todo tipo de gestos y palabras graciosas. No tuvimos más remedio que hacerlo y de tan simpáticos que me parecieron terminé por comprarme un libro del que ni siquiera había oído hablar, dedicado por ambos, faltaría más. Lo cierto es que he comenzado a leerlo esta mañana y tiene su punto gracioso. Original desde luego es un rato.



Y así, como quien no quiere la cosa llegaron las nueve y media de la noche, los escritores se levantaron de sus sillas y las casetas bajaron sus persianas. Era el fin de otra jornada de esta feria a la que le quedan ya pocas horas de vida. El próximo año volverá a abrir sus puertas la edición número 75, y si todo sigue el guión de las anteriores, en ella se darán cita nuevos protagonistas, inventados o no, de los que se narrarán sus increíbles aventuras a lo largo de páginas encuadernadas con mucho mimo. Y acompañando a todo ese elenco de personajes con un poco de suerte podremos toparnos en carne y hueso con los autores de esas historias, inventadas o no, con los que poder intercambiar unas palabras y llevarnos una dedicatoria y foto de recuerdo.



Y a mí lo único que se me pasaba por la cabeza cada vez que cruzaba mi mirada con la de ellos era: ¿Y si el año que viene soy yo la que me sitúo en el lado opuesto de la caseta, me siento en una de esas sillas y paso un par de horas dedicando ejemplares en los que Marietta sea la total protagonista, departiendo con la gente y, por qué no, formando parte de esa fotografía en la que procuraré salir lo mejor posible porque una nunca sabe quién puede terminar mirándome el careto? 

Quedan menos de 365 días por delante para averiguarlo. 

jueves, 4 de junio de 2015

¡Arriba!

Siempre he presumido de ser una persona a la que no le da pereza madrugar y con una hiperactividad mañanera bastante decente, pero una cosa es que no se me peguen las sábanas y otra bien distinta que tal día como hoy, festivo para más señas, me haya despertado con las gallinas, lo que trasladado a la hora de los humanos se traduce en tener los ojos abiertos como platos a las seis y media de la mañana, minuto arriba, minuto abajo (de los segundos prefiero ya ni hablar…).

En cuanto tomé conciencia de lo que estaba pasando hice lo que tenía que hacer: cabrearme con el mundo (porque conmigo no me da la gana), dar media vuelta para no encontrarme cara a cara con los números marcados bien grandes y en rojo de la radio-despertador, volver a cerrar los ojos e intentar concentrarme en contar ovejas. Tarea harto inútil. Ver a semejantes animales saltando una valla uno detrás de otro nunca me ha servido de nada ¿Por qué iba a hacerlo esta vez?

En un intento desesperado recurrí al plan B: Opté por levantarme de la cama, dirigirme al salón-comedor-cocina de mi pequeño palacio y llevarme el iPad a la habitación para ver si echando unas partidas al Candy Crush Morfeo volvía a apiadarse de mí. Es increíble el vicio que vuelvo a tener con ese juego diabólico. Había conseguido desintoxicarme hace ya más de un año, en gran medida porque había una fase imposible que por más que lo intentaba no conseguía superar. Pero hete aquí que hace unos meses se me acercó un compi de trabajo con cara de cordero degollado pidiéndome que le ayudase a superar el nivel 14. ¡EL NIVEL 14! Hombre-por-favor-faltaría-más… Por si a alguno le quedaba la más mínima duda aclaro que superé la prueba en el primer intento, y en ese momento conseguí contener mis ansias por volver al pecado, pero cuando ya me pidió ayuda un par de veces más el gusanillo que tenía dormido se despertó de la misma manera que yo hice hoy a las seis y media de la mañana y no pude resistirme a enfrentarme de nuevo al nivel maldito, con tan buena (o mala) suerte que lo superé. Resultó ser el principio del fin… Ahora vuelvo a pedir vidas como una posesa y me dedico a destruir caramelos en cuanto tengo ocasión.

Ya me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda… Es hablar de chuches y me pierdo.

En fin, que lo del Candy Crush tampoco dio resultado, así que decidí levantarme de la cama e intentar hacer algo de provecho. Y vaya si lo he hecho. Además del desayuno de rigor me he puesto con un curso y me he ventilado dos temas con sus respectivos exámenes como si no costase. Y no conforme con eso, me he recogido el pelo en una coleta, me he enfundado en unos leggins y una camiseta y he salido a correr por el barrio. ¡¡¡SÍ!!! No estáis leyendo mal: He dicho “salir a correr” y no me he equivocado de frase.

Para los que no me conozcáis es muy probable que ese hecho os resulte de lo más normal y puede que haya algún despistado que hasta piense que soy una deportista de élite que se está preparando como mínimo para correr la maratón de Nueva York. Que no os confundan mis palabras… Soy la típica persona que se busca las excusas más increíbles para evitar hacer ejercicio así que me enorgullezco de haber vencido a la pereza y haberme calzado esas deportivas que comenzaban a llenarse de polvo en mi armario. Cuando volví y me vi en el espejo casi me da un patatús: Jamás pensé que nadie pudiese ponerse tan roja ni sudar como un pollo con menos de media hora de ejercicio. Lo sé, se os acaba de caer un mito. Lo de la maratón de Nueva York era demasiado bonito para ser verdad…

Después de la ducha de rigor aquí estoy, sin que todavía hayan dado las doce en el reloj y ya con la sensación de que llevo más de medio día a mis espaldas. Normal que luego Araceli se burle de mí cuando me muero de sueño a las diez de la noche…

Lo malo de levantarse tan pronto es que a media mañana ya te has quedado sin ideas con las que completar el resto de horas que quedan por delante. Se aceptan propuestas.

Y mientras llegan, por ahora creo que me voy a preparar el segundo café del día y disfrutarlo tranquilamente en mi compañía para celebrar que estoy de santo. Que sí, que aunque pueda pareceros increíble hasta mi nombre, el mío, sin la hache, tiene un hueco en el santoral español. No es que sea yo mucho de celebrar estas cosas, pero últimamente invento cualquier excusa para darme un capricho y así demostrarme el cariño y el aprecio que me tengo.


Así que si me disculpáis, voy a hacer un esfuerzo por levantarme de este sofá que me atrapa y encender la cafetera, servirme ese café y tomármelo a mí salud y a la de todos vosotros, personas todas que seguro que a estas horas estáis comenzando el día. Yo en breve dormiré una siesta. Es lo que tiene llevar ya unas cuantas horas despierta.



Elina Born & Stig Rästa - Goodbye To Yesterday https://youtu.be/qfR0bQZhlqM