Resulta cuanto menos
curioso que hoy, 14 de febrero, confluyan en el espacio y en el tiempo dos
celebraciones que poco o nada tienen que ver la una con la otra. Como si de un combate
de boxeo se tratase, a un lado del cuadrilátero nos encontramos con Cupido,
representante universal de lo empalagoso donde los haya, y justo en el otro
extremo del Ring aparece desafiante Don Carnal con todo su descaro riéndose de
todo y de todos.
Cupido… qué decir de ese
angelote regordete a un arco pegado que no se haya dicho ya. Lo encontrarás,
según cuenta la leyenda, disparando sus flechas a diestro y siniestro con la
única intención de unir a personas desconocidas predestinadas a estar juntas y
que a saber por qué narices no son capaces de localizarse aunque se encuentren
a dos centímetros la una de la otra si no fuese por la ayuda de dicho
personaje. Yo soy de la opinión sin embargo de que al Cupido ese habría que
regalarle unas buenas gafas de aumento o pedirle que mejore su puntería porque
en más ocasiones de las deseadas esas uniones que se suponen para siempre no
duran apenas ni dos suspiros.
Don Carnal por su parte es
la diversión en persona. Un pasota picarón que en lo único que piensa es en pasárselo
bien a veces incluso a costa de los demás. Y así lo encontrarás, con esa pinta
de diabillo haciendo pequeñas trastadas que provocan la risa de todos excepto
tal vez del destinatario de tales travesuras.
En mis tiempos yo solía
ser más fan de Cupido que de Don Carnal. En el fondo de mi ser sentía que el
romanticismo era lo más de lo más, y si bien es cierto que dedicar de manera
oficial y pública un día al año a demostrar el amor que una persona profesa a
otra puede resultar un tanto pedante, porque el amor se demuestra día a día de
la misma manera que el camino se demuestra andando, me confieso pecadora y diré
que durante los años en los que viví en pareja formé parte de toda esa
parafernalia con mucho gusto y orgullo, procurando celebrar ese día de una
manera diferente a los demás, si bien mis sentimientos no cambiaban durante los
364 días restantes (o 365 si el año era bisiesto).
Sin embargo y a medida que
he ido evolucionando en mi vida la balanza ha ido cambiando un tanto de bando.
Influye claramente que haya pasado los últimos años sin nadie a mi lado con
quien celebrarlo, pero no por ello lo he echado de menos, al menos no
demasiado.
¿Me decanto entonces por
animar a Don Carnal en este duelo de titanes que disputa en estos momentos con
Cupido? No es que sea yo la alegría de la fiesta, pero este año después de
muchos me han entrado ganas de formar parte activa de esta celebración pagana y
he decidido enfundarme mis mejores galas, salir a la calle y disfrutar.
Hace unos minutos un amigo
me ha enviado 30 rosas virtuales que me han alegrado la mañana. Imagino que con
esto ya he cumplido con el cupo de merengue que me puedo permitir en lo que
queda de día, así que ahora lo que toca es transformarme en una persona que no soy y
pasármelo bien.
Y si por el camino una de
esas flechas que lanza Cupido golpea mi corazón, aunque sea por error, tampoco
pienso hacerle ascos. Es verdad que, como dice la canción, la vida es un
carnaval, pero sigo pensando que si ese carnaval se disfruta entre dos todo se
hará más llevadero. Y Ed Sheeran y la canción que cierra esta entrada es una
clara muestra de ello.
Feliz
Carnaval de San Valentín a todos o feliz San Valentín carnavalero, lo que
prefiráis. En el fondo lo importante es saber disfrutar de la vida de la mejor
manera posible, igual da que sea mostrando el lado más tontorrón o el más
vacilón. Total… lo que cuenta es ser feliz y estar a gusto con uno mismo. ¿No
pensáis igual?
Ed Sheeran. Thinking out loud. http://youtu.be/lp-EO5I60KA