Llevo varios días
durmiendo mal. En mitad de la noche me despierto y a partir de ese momento
comienzo a dar vueltas en la cama y no paro hasta que llega la hora de
levantarse. Ni os imagináis la de metros que recorro girando mi cuerpo de un
lado a otro y viceversa a lo largo de las horas que dura mi desvelo. Lástima
que eso no se considere deporte olímpico. Me habría ganado a pulso y por
méritos propios un puesto en el equipo nacional para participar en los próximos
juegos.
Lo peor de todo es que a
lo largo del día mi cuerpo se empeña en recuperar el descanso perdido y entre
bostezo y bostezo procuro cumplir con mis obligaciones laborales. Si tuviese
acciones en alguna compañía cafetera a día de hoy podría retirarme y dedicarme
al dolce far niente. Jo… cómo me mola
soltar este tipo de coletillas de vez en cuando y presumir sin pudor de mis
conocimientos idiomáticos… Esto me recuerda a que esta mañana recriminaba (de
manera cariñosa, por supuesto) a mi jefe porque había atendido a una señora
alemana y no me había avisado. Había perdido una de las pocas oportunidades que
se me presentan para demostrarme a mí misma que mi alemán no está tan oxidado
como a veces creo. Y de repente la chica que tenía sentada enfrente, marroquí
para más señas, me preguntó: ¿quieres
hablar alemán? Yo puedo hacerlo contigo. Había vivido diez años en
Karlsruhe y también se sentía encantada de germanear un rato. Y allí estuvimos,
como quince minutos, dándole a la sin hueso y hablando de banalidades. Me
congratula compartir con vosotros que sigo conservando mis facultades intactas.
Y además sin acento, según me decía gratamente sorprendida la chica en
cuestión. Berlín: no todo está perdido…
Ya me he ido por los
cerros de Úbeda… me enrollo más que una persiana de salón… ni que fuese una tía…
Bien. Como os iba diciendo
antes del inciso que ha terminado acaparando mi historia hasta el momento,
durante la noche tengo muchísimo tiempo para pensar. Y esta noche me he
descubierto dándole vueltas a las similitudes que existen entre los siete
enanitos de Blancanieves y yo misma. ¿sorprendidos? A ver, gente… a estas
alturas de la película ya nada viniendo de mí debería dejaros fuera de combate.
¿todavía os creíais que yo era una persona normal? Animalitos… como dicen en mi
tierra… Animaliños, si quiero ceñirme
a la forma correcta que utilizamos en tierra celta.
No sé muy bien en qué
momento ni a qué hora de la madrugada mi cerebro dejó de pensar cosas
racionales y trasladó sus pensamientos hacia el mundo de la fantasía hasta
llegar al punto que os comentaba. Yo soy los siete enanitos reflejados en una
persona. Y estoy a punto de demostrar mi teoría. No intentéis buscarla en ningún
libro porque se encuentra todavía en fase experimental, pero quién sabe, a lo
mejor de aquí a unos años veis mi foto al lado de la de esos pequeños
personajes y seré objeto de estudio en las más prestigiosas universidades.
Siempre supe que llegaría lejos. Ahora ya puedo hacerlo público.
Empecemos…
Nunca he sido la estrella
de ninguna fiesta. Cuando entro en una habitación llena de gente no deslumbro
ni todos se giran para mirarme mientras camino a cámara lenta con el pelo
ondeando al viento. Soy más bien una niña vergonzosa, siempre lo he sido, que
se siente mucho más cómoda no siendo el centro de atención y que a la mínima de
cambio se ruboriza sin que pueda hacer nada por evitarlo. Me gusta pasar
desapercibida, ponerme cómoda en una esquina y contemplar lo que pasa a mi
alrededor. La influencia de Tímido
es la que se apodera de mí en esas ocasiones. Enano número uno.
Siguiendo el hilo de lo
anterior, soy de las que prefiere escuchar. No tengo la gracia natural de mi
madre y hermano, estropeo todo chiste que pasa por mi boca y me siento más a
gusto riéndome de las aventuras que cuentan los demás. Mudito es quien hace acto de presencia cada vez que sello mis
labios y abro mis orejas para escuchar con interés al resto de la gente.
Mocoso
aparece más de lo que me gustaría en mi vida.
El pobre tiene el don de la inoportunidad. Para entendernos, es un declarado
metepatas, un pobre patoso que sin quererlo se ve envuelto en problemas. Y yo… yo
directamente soy gafe. No sé cómo me las apaño pero si algo tiene que salir
mal, estando yo de por medio seguro que sale mal. ¿a que cada vez voy haciendo
más amigos…?
Llevo una temporada en la
que yo misma me noto hosca, sin muchas ganas de relacionarme con la gente. Voy a
mi bola, vivo en mi mundo y no me siento muy sociable. No os confundáis, ésta
no soy yo, y por eso mismo sé que esta fase de mi vida tiene fecha de
caducidad. El problema es que dicha fecha está un poco borrosa y todavía no sé cuál es. En
cuanto consiga sacarle lustre y verla estoy segura de que daré el giro
definitivo y dejaré de ser huraña para volver a ser Rut. Por el momento, Gruñon se siente fuerte y cree que está
ganando la batalla. Y puede que así sea, pero la guerra es mía.
Dormilón
como
ya os decía domina mis días. Tengo un agotamiento físico que puede que se vea
influenciado por la proximidad de la primavera, y eso unido a lo mal que duermo
por las noches me deja más K.O. de lo habitual. En cuanto me tumbo en el sofá y
me cubro con mi manta preferida un resorte automático baja mis párpados y sin que
pueda hacer nada por evitarlo dormito durante un rato placenteramente. Enano
número cinco.
Ahora es cuando me echo
flores y con todo mi morro os confieso que me considero una persona inteligente,
a pesar de todas las tonterías que he hecho últimamente en mi vida. Pero
rectificar es de sabios, y como buena chica espabilada he dado un giro de 180º
y camino por la senda correcta. Sé que durante estos últimos meses Rut ha hecho
cosas que no se corresponden con su verdadera esencia, y ha cometido errores
que han hecho que se dé cuenta de que por esos derroteros nada iba a funcionar.
La sombra de Sabio es alargada. Y
menos mal.
Y todo ello me lleva a
hablar de Feliz, el enano que me
gustaría llevar reflejado en mi cara a partir de ahora en forma de una enorme
sonrisa. Aspiro a encontrar la felicidad, a ver la vida del modo más positivo
que sea posible, a reírme de los problemas y disfrutar de todos y cada uno de
los momentos que me depare la vida. Enano número siete.
Y hasta aquí mi teoría. No
sé si he conseguido demostrar la relación existente entre los siete enanitos y
yo, probablemente digáis que cualquiera puede identificarse con esos personajes
de la manera en la que yo lo he hecho, pero seguro que muchos de vosotros no lo
habéis hecho mientras sacrificabais horas a vuestro sueño. Durante ese tiempo se
me habría podido ocurrir la fórmula matemática que diese con la manera de
lograr que deje de llover en Galicia después de tantos meses haciéndolo, pero
yo soy mucho más simple (o aguda) que todo eso.
Y
ahora si me lo permitís voy a comerme una manzana, por eso de darle continuidad
al cuento. Y como hay que ser precavidos en esta vida, antes de darle el primer
mordisco pregunto: ¿algún príncipe disponible en la sala?
El sueño de Morfeo: Ésta
soy yo. http://youtu.be/YZ6oKE47soQ