viernes, 28 de febrero de 2014

Rut y los siete enanitos. Versión adaptada.

Llevo varios días durmiendo mal. En mitad de la noche me despierto y a partir de ese momento comienzo a dar vueltas en la cama y no paro hasta que llega la hora de levantarse. Ni os imagináis la de metros que recorro girando mi cuerpo de un lado a otro y viceversa a lo largo de las horas que dura mi desvelo. Lástima que eso no se considere deporte olímpico. Me habría ganado a pulso y por méritos propios un puesto en el equipo nacional para participar en los próximos juegos.

Lo peor de todo es que a lo largo del día mi cuerpo se empeña en recuperar el descanso perdido y entre bostezo y bostezo procuro cumplir con mis obligaciones laborales. Si tuviese acciones en alguna compañía cafetera a día de hoy podría retirarme y dedicarme al dolce far niente. Jo… cómo me mola soltar este tipo de coletillas de vez en cuando y presumir sin pudor de mis conocimientos idiomáticos… Esto me recuerda a que esta mañana recriminaba (de manera cariñosa, por supuesto) a mi jefe porque había atendido a una señora alemana y no me había avisado. Había perdido una de las pocas oportunidades que se me presentan para demostrarme a mí misma que mi alemán no está tan oxidado como a veces creo. Y de repente la chica que tenía sentada enfrente, marroquí para más señas, me preguntó: ¿quieres hablar alemán? Yo puedo hacerlo contigo. Había vivido diez años en Karlsruhe y también se sentía encantada de germanear un rato. Y allí estuvimos, como quince minutos, dándole a la sin hueso y hablando de banalidades. Me congratula compartir con vosotros que sigo conservando mis facultades intactas. Y además sin acento, según me decía gratamente sorprendida la chica en cuestión. Berlín: no todo está perdido…

Ya me he ido por los cerros de Úbeda… me enrollo más que una persiana de salón… ni que fuese una tía…

Bien. Como os iba diciendo antes del inciso que ha terminado acaparando mi historia hasta el momento, durante la noche tengo muchísimo tiempo para pensar. Y esta noche me he descubierto dándole vueltas a las similitudes que existen entre los siete enanitos de Blancanieves y yo misma. ¿sorprendidos? A ver, gente… a estas alturas de la película ya nada viniendo de mí debería dejaros fuera de combate. ¿todavía os creíais que yo era una persona normal? Animalitos… como dicen en mi tierra… Animaliños, si quiero ceñirme a la forma correcta que utilizamos en tierra celta.

No sé muy bien en qué momento ni a qué hora de la madrugada mi cerebro dejó de pensar cosas racionales y trasladó sus pensamientos hacia el mundo de la fantasía hasta llegar al punto que os comentaba. Yo soy los siete enanitos reflejados en una persona. Y estoy a punto de demostrar mi teoría. No intentéis buscarla en ningún libro porque se encuentra todavía en fase experimental, pero quién sabe, a lo mejor de aquí a unos años veis mi foto al lado de la de esos pequeños personajes y seré objeto de estudio en las más prestigiosas universidades. Siempre supe que llegaría lejos. Ahora ya puedo hacerlo público.

Empecemos…

Nunca he sido la estrella de ninguna fiesta. Cuando entro en una habitación llena de gente no deslumbro ni todos se giran para mirarme mientras camino a cámara lenta con el pelo ondeando al viento. Soy más bien una niña vergonzosa, siempre lo he sido, que se siente mucho más cómoda no siendo el centro de atención y que a la mínima de cambio se ruboriza sin que pueda hacer nada por evitarlo. Me gusta pasar desapercibida, ponerme cómoda en una esquina y contemplar lo que pasa a mi alrededor. La influencia de Tímido es la que se apodera de mí en esas ocasiones. Enano número uno.

Siguiendo el hilo de lo anterior, soy de las que prefiere escuchar. No tengo la gracia natural de mi madre y hermano, estropeo todo chiste que pasa por mi boca y me siento más a gusto riéndome de las aventuras que cuentan los demás. Mudito es quien hace acto de presencia cada vez que sello mis labios y abro mis orejas para escuchar con interés al resto de la gente.

Mocoso  aparece más de lo que me gustaría en mi vida. El pobre tiene el don de la inoportunidad. Para entendernos, es un declarado metepatas, un pobre patoso que sin quererlo se ve envuelto en problemas. Y yo… yo directamente soy gafe. No sé cómo me las apaño pero si algo tiene que salir mal, estando yo de por medio seguro que sale mal. ¿a que cada vez voy haciendo más amigos…?

Llevo una temporada en la que yo misma me noto hosca, sin muchas ganas de relacionarme con la gente. Voy a mi bola, vivo en mi mundo y no me siento muy sociable. No os confundáis, ésta no soy yo, y por eso mismo sé que esta fase de mi vida tiene fecha de caducidad. El problema es que dicha fecha está un poco borrosa y todavía no sé cuál es. En cuanto consiga sacarle lustre y verla estoy segura de que daré el giro definitivo y dejaré de ser huraña para volver a ser Rut. Por el momento, Gruñon se siente fuerte y cree que está ganando la batalla. Y puede que así sea, pero la guerra es mía.

Dormilón como ya os decía domina mis días. Tengo un agotamiento físico que puede que se vea influenciado por la proximidad de la primavera, y eso unido a lo mal que duermo por las noches me deja más K.O. de lo habitual. En cuanto me tumbo en el sofá y me cubro con mi manta preferida un resorte automático baja mis párpados y sin que pueda hacer nada por evitarlo dormito durante un rato placenteramente. Enano número cinco.

Ahora es cuando me echo flores y con todo mi morro os confieso que me considero una persona inteligente, a pesar de todas las tonterías que he hecho últimamente en mi vida. Pero rectificar es de sabios, y como buena chica espabilada he dado un giro de 180º y camino por la senda correcta. Sé que durante estos últimos meses Rut ha hecho cosas que no se corresponden con su verdadera esencia, y ha cometido errores que han hecho que se dé cuenta de que por esos derroteros nada iba a funcionar. La sombra de Sabio es alargada. Y menos mal.

Y todo ello me lleva a hablar de Feliz, el enano que me gustaría llevar reflejado en mi cara a partir de ahora en forma de una enorme sonrisa. Aspiro a encontrar la felicidad, a ver la vida del modo más positivo que sea posible, a reírme de los problemas y disfrutar de todos y cada uno de los momentos que me depare la vida. Enano número siete.

Y hasta aquí mi teoría. No sé si he conseguido demostrar la relación existente entre los siete enanitos y yo, probablemente digáis que cualquiera puede identificarse con esos personajes de la manera en la que yo lo he hecho, pero seguro que muchos de vosotros no lo habéis hecho mientras sacrificabais horas a vuestro sueño. Durante ese tiempo se me habría podido ocurrir la fórmula matemática que diese con la manera de lograr que deje de llover en Galicia después de tantos meses haciéndolo, pero yo soy mucho más simple (o aguda) que todo eso.


Y ahora si me lo permitís voy a comerme una manzana, por eso de darle continuidad al cuento. Y como hay que ser precavidos en esta vida, antes de darle el primer mordisco pregunto: ¿algún príncipe disponible en la sala?



El sueño de Morfeo: Ésta soy yo. http://youtu.be/YZ6oKE47soQ






lunes, 24 de febrero de 2014

Un febrero de idas y venidas.

Esta mañana me recordaron que llevaba ya tiempo sin escribir. Me lo dijo alguien que ha llegado tarde a mi locura y ahora se está poniendo al día. “Me quedan como dos o tres entradas por leer. Así que ya estás añadiendo más que me quedo sin lectura en el metro” ¡¡¡Adoro a este niño!!!

Y claro, me he puesto a ver cuándo había sido la última vez que había escrito y me he dado cuenta de que desde principios de febrero he dejado este experimento un poco de lado. A veces pienso que me he quedado sin imaginación, sin nada más que añadir… podría ser la disculpa perfecta para justificar tanta dejadez, ¡¡¡pero es que menudo mes llevo!!! Es como si todo el mundo se hubiese puesto de acuerdo en pasarse por Madrid estos días, y las visitas se han ido sucediendo sin que me diese cuenta de que el tiempo sigue su curso, sin importarle lo ocupada que puedas llegar a estar.

A principios de mes vino mi amiga Eva unos días. No nos veíamos desde las Navidades, y aprovechando que tenía un curso en Bruselas, a la vuelta hizo parada y de paso me trajo bombones de chocolate belga… Imposible resistirse a no dejarla quedarse en casa. Esta gente sabe perfectamente cómo pagarse la estancia. Gente como ella sabe cómo ganarme… me conoce como si me hubiese parido. En este caso es toda una ventaja para mí; en otras ocasiones mi perdición.

Despedía a Eva un lunes a las cinco y media de la mañana y a las tres de la tarde de ese mismo día estaba recogiendo a Tere en Chamartín. Aprovechando que su hermana estaba de mudanza se dejó caer por aquí. Fueron días de paseos por Madrid, visitas al Ikea, momentos en los que ejercimos de decoradoras y terminamos de montadoras de muebles que no tienen nada que envidiar a los expertos de Bricomanía. Valemos tanto para un roto como para un descosido. Por un módico precio somos capaces de redistribuiros el salón y organizaros la cocina para que os quede la casa como las que aparecen en las fotos de las revistas. Pensaos el negocio.

Gracias a Tere, tanto Cris como yo, que ya llevamos lo nuestro en Madrid, descubrimos sitios nuevos de esta ciudad que ni siquiera sabíamos que existían, y tuvimos que bajar la cabeza ante tanta ignorancia por nuestra parte… ¡¡¡que tenga que venir una “de provincias” a enseñarnos a las de la capital…!!! Sin palabras.

Despedí con pena a mi querida amiga un domingo después de comer y el viernes siguiente volvía de excursión a Chamartín, esta vez para recoger a las personas más importantes de mi vida: Dolores y Ramón venían a ver a su niña, cargados de sonrisas, besos, abrazos y sobre todo de viandas varias entre las que se encuentran cinco pulpos lustrosos que estoy segura harán las delicias de aquellos que los prueben. Siempre y cuando la cocinera (yo) no pierda la mano que tiene y consiga salir airosa de la tarea de prepararlo como lo haría la gallega más auténtica del mundo.

Con mis padres vinieron mis tíos. Los cuatro son compañeros inseparables de viaje y como no podía ser de otra manera, a donde van los unos, los otros les siguen detrás… ¡¡¡y a mí me toca ir a remolque!!! Menudo tute que me han pegado este fin de semana. Han sido unos días de caminatas interminables cuyo fin principal era el de satisfacer la enorme curiosidad por conocerlo todo sin dejarse nada en el camino. Otra vez hemos intentado asistir a un espectáculo y de nuevo ha tenido que quedar para la siguiente ocasión. Así siempre tendrán excusa para volver. Y yo para disfrutar de ellos aunque sea sólo por unos días. Ayer por la noche cuando nos despedimos no pude evitar soltar una lagrimita, como hago siempre. Y mi madre tampoco.

Y hoy he pagado las consecuencias de tanto meneo. Tal vez sea por el agotamiento (inconsciente en su mayor parte) que llevo acumulado durante todo este mes al que le quedan ya tan sólo cuatro días; el caso es que me siento con las defensas bajas. Esta tarde me han comentado que llevaba unos días un tanto rara, que estaba como ida. Y yo sólo puedo en este momento declararme culpable de semejante delito.

Es cierto que toda esta gente maravillosa ha hecho que me sintiese arropada y sin mucho tiempo para darle vueltas a cosas que es mejor tener quietecitas y tranquilas. Pero el mes de febrero tampoco ha sido mi mes, aunque reconozco que al menos ahora estoy poniendo algo de mi parte para intentar mejorar las cosas. Por todo esto anhelo con ganas a que llegue marzo, porque el final del invierno está cerca y dará paso a la primavera. Estación nueva, ilusiones nuevas.

Hoy me quedo con un detalle que ha tenido conmigo uno de mis compañeros de trabajo, el mismo que me reclamaba más lecturas para hacer su viaje en metro más ameno. Hoy él ha sido testigo de mi bajo estado de ánimo y probablemente sin él quererlo ha sido mi confidente. A mí me tocaba trabajar por la tarde así que lo despedí con un “hasta mañana”. Y cuando se marchaba, a medio camino entre mi mesa y la escalera, dio media vuelta como si se hubiese olvidado algo, se acercó a mí y sin mediar más palabra me dio un cariñoso beso en la frente.

Que sepas, niño, que ese gesto tan tierno, espontáneo y sincero me ha acompañado el resto del día. Gracias. Por ser tan maravilloso. Por ser tan auténtico. Nerea tiene muchísima suerte contigo. Espero que sepa valorarte como te mereces. Como espero hacer yo con alguien algún día.



Mientras tanto, el año 2014 sigue su curso, sin prisa pero sin pausa. Febrero ha sido el mes de las visitas, del ajetreo, del no parar. Otro año en el que el día 14 ha sido una fecha más en el calendario. ¿Con qué me sorprenderá marzo? Me siento preparada para descubrirlo.




Rosana: Sin Miedo. http://youtu.be/yuOciTdYCl4 







domingo, 9 de febrero de 2014

La banda sonora de mi vida.



Aviso a navegantes. Warning. Achtung: esta entrada no es apta para todos aquellos que vayan de duros por la vida, así que avisados quedáis. Luego no quiero reclamaciones… El que avisa no es traidor. 

Érase una vez una niña a una radio pegada. Desde que tengo uso de razón la música sonaba en mi cabeza y crecí escuchando los 40 Principales al tiempo que merendaba bocadillos de pan untado con tomate y jamón (influencia de mi breve vida en Barcelona, imagino… o más bien de la de mis padres, no tan breve….). No sé en qué momento comenzó mi idilio con la música, ni por qué esa emisora fue la culpable pero cierto es que así empecé a elaborar la banda sonora de mi vida y aún ahora tengo la horrible manía de identificarme con las canciones como si ellas estuviesen contando mi vida y no yo viviéndola como a mí me da la gana. 

Recuerdo los veranos eternos en la aldea, el coche aparcado en la era, la puerta abierta y la radio a tope. Y yo bailando y cantando debajo de la parra. O leyendo. Otra de mis pasiones. Pero esa historia queda para otra ocasión. 

Tal era mi devoción que mi padre y yo llegamos a un pacto que jamás se rompió: tres veces a la semana recorríamos los 30 km que separaban Beluso de Pontevedra, a donde yo iba a clases de inglés, y durante el camino de ida la radio era mía. Y mi pobre padre aguantaba estoicamente a toda esa fauna encabezada por Hombres G y compañía… 

Llevo tiempo dándole vueltas a una cosa: si tuviese que resumir mi vida a través de canciones, ¿cuáles serían las que me definirían? ¿Qué canciones han marcado mi existencia? Y no os creáis que ha sido fácil la tarea. Teniendo en cuenta que soy una romántica empedernida, no os esperéis canciones de rock duro ni música techno dance… Ya os he dicho que esto va más bien de baladas y canciones de amor. Segundo aviso… 

Empecemos entonces:

  • Estoy segura de que ha habido otras anteriores, pero la primera canción que recuerdo con especial cariño es “Nothing’s gonna change my love for you”, de Glenn Medeiros (http://youtu.be/MLxTEV5vpyg). Desde el primer acorde, la primera sílaba, entraba en un trance inexplicable que me hacía cerrar los ojos y dar vueltas por el salón. Y me imaginaba a Glenn como un guaperas rompedor, despampanante, así que cuando en la tele anunciaron a bombo y platillo que en el programa de turno del sábado por la noche actuaría por primera vez en España me pegué al televisor como la niña de Poltergeist  predispuesta a entrar en trance. Y cuando me di de bruces con aquellos pelos rizos que se gastaba el niño, y descubrí que de guaperas tenía poco, me llevé mi primera desilusión… Es curioso, por esa época venía a hacer prácticas al cole un chico que preparaba magisterio, José Félix se llamaba, y cada vez que lo veía me venía a la cabeza la canción de marras. O viceversa. Ya entonces descubrí lo que era ponerse colorada y no poder evitarlo. Pobrecito: con los años me enteré de que se había muerto en un accidente de tráfico. 
  • Démosle algo de ritmo al tema que veo que alguno ya ha comenzado a cabecear. En aquellos años sonaba con fuerza una banda sueca de melenudos desgarbados que rompían por donde iban. ¡Cómo olvidar a Europe y su “Final countdown” (http://youtu.be/9jK-NcRmVcw)! Fueses a donde fueses, esa canción te perseguía y sin poder hacer nada por evitarlo tenías que ponerte a saltar. Era inevitable. Recuerdo que yo hacía gimnasia rítmica como actividad extraescolar (aparte de baile gallego, que era mi verdadero vicio) y la canción seleccionada para hacer la exhibición a final de curso fue ésta. Si es que en el cole éramos muy modernos.
  • La que ahora nombro todavía a día de hoy me apasiona. La sigo escuchando y sigue sin aburrirme. Y eso que cuando se puso de moda recuerdo que llegué a grabarla de la radio siete veces en una misma cinta (me siento un poco la típica abuela contando batallitas en este momento) para vez si en algún momento la pillaba entera. Ese sólo de piano me transportaba a otra galaxia. Al final evidentemente me compré el disco (la abuelita ha aparecido otra vez) que todavía conservo con cariño. Esta canción me acompañó en mis primeros años de instituto, y ahogaba en ella mis penas día sí y día también. Efectivamente, soy masoca desde tierna edad y sufridora por amor desde el comienzo de los tiempos. La canción en cuestión es la de Richard Marx, “Right here waiting” (http://youtu.be/S_E2EHVxNAE). No podía ser otra. 
  • Con “Take my breath away” de Berlin (http://youtu.be/WpIazkOqBVc) bailé por primera vez con un chico. Se llamaba Rubén y era un compañero de instituto. Yo sabía que le gustaba y él a mí también, y en la fiesta de fin de curso en segundo de BUP por fin se lanzó y me sacó a bailar. Y bailamos como dos patos, pero en aquel momento yo me sentía en el cielo. Lo nuestro no duró. Había una sombra muy alargada que me rondaba ya desde hacía unos años que me impedía ser feliz. Pero de eso hablo en el siguiente punto. 
  • La “sombra” tenía nombre: Miguel. Era un niño que conocía desde los siete años. Íbamos juntos a clase en la academia de inglés. De hecho él era el sobrino de la profesora. Durante los primeros años apenas me fijaba en él, pero cuando me mudé a Pontevedra y comencé el instituto, coincidir con él en clase cambió las cosas. Me colgué como una tonta: yo era la típica niña buena, estudiosa y eduacada; él era el malote, que en los estudios iba regular y además fumaba… (Cada vez que lo cuento me acuerdo de Grease). Miguel no me hacía caso. Y yo lo pasaba fatal. Y mis amigas conmigo. Así me tiré cuatro años, los que duró el instituto, sufriendo por un niño que me vacilaba de vez en cuando, que estoy convencida de que sabía que me tenía loquita pero que pasaba de mí. Recuerdo un sábado en Carabás (la disco de Pontevedra de toda la vida, que por cierto cerró definitivamente hace unos meses. Descanse en paz). Yo me había propuesto mandarlo a tomar por saco, consideraba que ya había sufrido bastante, y de repente se acercó a mí. Se sentó a mi lado. Hablamos durante horas. Nos reímos. Nos vacilamos. Y me dijo (lo recuerdo como si hubiese sido ayer): “ahora para que la noche fuese perfecta tendría que sonar Sweet child of mine” (http://youtu.be/1w7OgIMMRc4). Le encantaban los Guns.  Y sonó. Y comenzó a cantarme la canción. Y en el sólo de guitarra me hizo LA PREGUNTA. Y yo dije que sí. Y a los dos meses y medio me había dado cuenta de que tanto sufrimiento había sido en vano, porque había idealizado tanto a ese niño que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. En fin, corramos un estúpido velo… 
  • Luego apareció Chema. Y el pobre lo hizo en un momento un poco puñetero, porque comenzamos a salir cuatro días antes de mi cumpleaños, así que pobrecito él, allá que me compró un regalo. Y me regaló música. Un CD (sí, ya entramos en la época moderna) de Boston, del que confieso que sólo conocía “More than a feeling” (http://youtu.be/t4QK8RxCAwo). Temazo, por cierto. Con el tiempo nos conocimos mucho más el uno al otro y los regalos fueron más acordes con nuestros gustos.
  • Y entonces entró Bon Jovi en mi vida. Y ya no se ha ido. Desde Keep the faith tengo todos sus CDs (y alguno anterior también) y soy de las que el día que se pone a la venta un nuevo trabajo suyo corre rauda y veloz a la tienda para hacerse con un ejemplar. Cuando algo me apasiona allá que me lanzo. Podría enumerar ahora un montón de canciones que me gustan pero si tuviese que elegir alguna sin duda sería “It’s my life” (http://youtu.be/vx2u5uUu3DE). Yo misma la convertí en un himno, en mi tono de llamada del móvil y en mi vía de escape cuando me sentía mal. Entonces la ponía a todo trapo y desgañitada gritaba ese estribillo reivindicando que mi vida era  mía y de nadie más.
  • The Rembrandts y su “I’ll Be there for you” (http://youtu.be/nzQWmAwNNCw) no podía faltar. Esa música de cabecera de la serie Friends me acompañará mientras viva. Y con ella los recuerdos de mi primer piso como chica independiente, de mi primer trabajo, de mis compis que con el tiempo se han convertido en amigas, de las sobremesas todas juntas viendo las peripecias de los seis colegas que alegraban aquellos días de nuestras vidas. Os quiero mucho chicas. Y os echo mucho de menos. 
  • Curiosamente de mi época alemana hay una canción que se ha quedado habitando mi mente, y no es germana precisamente. Aunque reconozco que hay grupos alemanes que me gustan. La canción en cuestión es de No Doubt “Don’t speak” (http://youtu.be/TR3Vdo5etCQ). Nina, mi compañera de  piso, tenía un hermano, Andreas, que se había ido a pasar el verano a Estados Unidos. Cuando lo conocí recuerdo que una de las primeras cosas que nos dijo es que durante su estancia en los States había descubierto un grupo que era la caña y su cantante un bombón. Nos lo puso en aquel mismo momento, y desde entonces esa canción se convirtió en nuestra. Sonaba a todas horas en nuestro piso de la residencia, y sé de buena tinta que por mi casa hay una cinta (otra vez la época prehistórica aparece en el relato) en donde Nina y yo la destrozamos con nuestras voces… Cosas de la juventud. Madre mía, cómo echo de menos todo aquello… 
  • La siguiente canción tenía que haber sonado en un momento muy especial de mi vida y no lo hizo. Tenía que haberme acompañado mientras caminaba por aquel pasillo y no fue así. Y me arrepentí muchísimo de no haber peleado un poco más por conseguir que así fuese. Ahora ya da un poco igual, pero siempre me quedaré con esa espinita clavada. Si hay una canción que me relaje hasta lo indecible, que me haga cerrar los ojos y flotar es el “Canon” de Pachelbel (http://youtu.be/oDvtJlmIJgc). Haced la prueba. Es una maravilla. Sin que os deis cuenta os encontraréis flotando...
  • Y como nosotros no éramos la típica pareja tradicional y además y que sepamos, ninguno de los dos era descendiente de tiroleses emigrados a Galicia, pasamos del vals de turno y elegimos la canción romántica por excelencia. Porque no conozco a día de hoy a otro mejor que a Elvis, cantando con esa voz tan profunda y sensual “Can’t help falling in love” (http://youtu.be/5V430M59Yn8), para abrir ese baile. Y lo abrió. Con nota. Aunque los bailarines apenas le hiciesen justicia.
  • Los motivos de por qué me gusta tanto la canción “Una foto en blanco y negro” del Canto del Loco (http://youtu.be/wpaQbXAi_Ws) permitidme que me los guarde para mí. Es mi canción favorita de uno de mis grupos favoritos, pero encierra un compendio de sensaciones encontradas que prefiero no dejar que afloren. Para que no me hagan daño de nuevo. Quedaos con la idea de que ésta es otra de las canciones que conforman la banda sonora de mi vida. Esa vida tan desastrosa, tan llena de altibajos, tan bonita a veces y triste en ocasiones, tan vivaz, tan llena de ilusiones y desengaños, tan…. tan…. tan yo misma.  
Y como fin de fiesta, os dejo en esta ocasión con Dani Martín y su “Cero” (http://youtu.be/HUGuH7NPb4g). Mi actual tono de móvil, el que cada vez que alguien me llama me recuerda que a veces es mejor aparcar la vida anterior, dejar las maletas llenas de lastres a un lado de la carretera y ya ligera de equipaje arrancar de nuevo y llegar a un nuevo lugar para comenzar a vivir empezando de cero. 

Tengo mucha curiosidad por descubrir cuáles serán las canciones que conformen este nuevo viaje. Me gusta demasiado la música como para apartarla de mi lado. Es mi pareja perfecta. La que me acompaña en mis aventuras, la que me arrulla cuando no consigo dormir, la que me hace compañía en mi soledad y me entretiene en mis noches de fiesta.

No podría imaginarme un mundo sin música. Demasiado silencioso para mi gusto.