viernes, 28 de febrero de 2014

Rut y los siete enanitos. Versión adaptada.

Llevo varios días durmiendo mal. En mitad de la noche me despierto y a partir de ese momento comienzo a dar vueltas en la cama y no paro hasta que llega la hora de levantarse. Ni os imagináis la de metros que recorro girando mi cuerpo de un lado a otro y viceversa a lo largo de las horas que dura mi desvelo. Lástima que eso no se considere deporte olímpico. Me habría ganado a pulso y por méritos propios un puesto en el equipo nacional para participar en los próximos juegos.

Lo peor de todo es que a lo largo del día mi cuerpo se empeña en recuperar el descanso perdido y entre bostezo y bostezo procuro cumplir con mis obligaciones laborales. Si tuviese acciones en alguna compañía cafetera a día de hoy podría retirarme y dedicarme al dolce far niente. Jo… cómo me mola soltar este tipo de coletillas de vez en cuando y presumir sin pudor de mis conocimientos idiomáticos… Esto me recuerda a que esta mañana recriminaba (de manera cariñosa, por supuesto) a mi jefe porque había atendido a una señora alemana y no me había avisado. Había perdido una de las pocas oportunidades que se me presentan para demostrarme a mí misma que mi alemán no está tan oxidado como a veces creo. Y de repente la chica que tenía sentada enfrente, marroquí para más señas, me preguntó: ¿quieres hablar alemán? Yo puedo hacerlo contigo. Había vivido diez años en Karlsruhe y también se sentía encantada de germanear un rato. Y allí estuvimos, como quince minutos, dándole a la sin hueso y hablando de banalidades. Me congratula compartir con vosotros que sigo conservando mis facultades intactas. Y además sin acento, según me decía gratamente sorprendida la chica en cuestión. Berlín: no todo está perdido…

Ya me he ido por los cerros de Úbeda… me enrollo más que una persiana de salón… ni que fuese una tía…

Bien. Como os iba diciendo antes del inciso que ha terminado acaparando mi historia hasta el momento, durante la noche tengo muchísimo tiempo para pensar. Y esta noche me he descubierto dándole vueltas a las similitudes que existen entre los siete enanitos de Blancanieves y yo misma. ¿sorprendidos? A ver, gente… a estas alturas de la película ya nada viniendo de mí debería dejaros fuera de combate. ¿todavía os creíais que yo era una persona normal? Animalitos… como dicen en mi tierra… Animaliños, si quiero ceñirme a la forma correcta que utilizamos en tierra celta.

No sé muy bien en qué momento ni a qué hora de la madrugada mi cerebro dejó de pensar cosas racionales y trasladó sus pensamientos hacia el mundo de la fantasía hasta llegar al punto que os comentaba. Yo soy los siete enanitos reflejados en una persona. Y estoy a punto de demostrar mi teoría. No intentéis buscarla en ningún libro porque se encuentra todavía en fase experimental, pero quién sabe, a lo mejor de aquí a unos años veis mi foto al lado de la de esos pequeños personajes y seré objeto de estudio en las más prestigiosas universidades. Siempre supe que llegaría lejos. Ahora ya puedo hacerlo público.

Empecemos…

Nunca he sido la estrella de ninguna fiesta. Cuando entro en una habitación llena de gente no deslumbro ni todos se giran para mirarme mientras camino a cámara lenta con el pelo ondeando al viento. Soy más bien una niña vergonzosa, siempre lo he sido, que se siente mucho más cómoda no siendo el centro de atención y que a la mínima de cambio se ruboriza sin que pueda hacer nada por evitarlo. Me gusta pasar desapercibida, ponerme cómoda en una esquina y contemplar lo que pasa a mi alrededor. La influencia de Tímido es la que se apodera de mí en esas ocasiones. Enano número uno.

Siguiendo el hilo de lo anterior, soy de las que prefiere escuchar. No tengo la gracia natural de mi madre y hermano, estropeo todo chiste que pasa por mi boca y me siento más a gusto riéndome de las aventuras que cuentan los demás. Mudito es quien hace acto de presencia cada vez que sello mis labios y abro mis orejas para escuchar con interés al resto de la gente.

Mocoso  aparece más de lo que me gustaría en mi vida. El pobre tiene el don de la inoportunidad. Para entendernos, es un declarado metepatas, un pobre patoso que sin quererlo se ve envuelto en problemas. Y yo… yo directamente soy gafe. No sé cómo me las apaño pero si algo tiene que salir mal, estando yo de por medio seguro que sale mal. ¿a que cada vez voy haciendo más amigos…?

Llevo una temporada en la que yo misma me noto hosca, sin muchas ganas de relacionarme con la gente. Voy a mi bola, vivo en mi mundo y no me siento muy sociable. No os confundáis, ésta no soy yo, y por eso mismo sé que esta fase de mi vida tiene fecha de caducidad. El problema es que dicha fecha está un poco borrosa y todavía no sé cuál es. En cuanto consiga sacarle lustre y verla estoy segura de que daré el giro definitivo y dejaré de ser huraña para volver a ser Rut. Por el momento, Gruñon se siente fuerte y cree que está ganando la batalla. Y puede que así sea, pero la guerra es mía.

Dormilón como ya os decía domina mis días. Tengo un agotamiento físico que puede que se vea influenciado por la proximidad de la primavera, y eso unido a lo mal que duermo por las noches me deja más K.O. de lo habitual. En cuanto me tumbo en el sofá y me cubro con mi manta preferida un resorte automático baja mis párpados y sin que pueda hacer nada por evitarlo dormito durante un rato placenteramente. Enano número cinco.

Ahora es cuando me echo flores y con todo mi morro os confieso que me considero una persona inteligente, a pesar de todas las tonterías que he hecho últimamente en mi vida. Pero rectificar es de sabios, y como buena chica espabilada he dado un giro de 180º y camino por la senda correcta. Sé que durante estos últimos meses Rut ha hecho cosas que no se corresponden con su verdadera esencia, y ha cometido errores que han hecho que se dé cuenta de que por esos derroteros nada iba a funcionar. La sombra de Sabio es alargada. Y menos mal.

Y todo ello me lleva a hablar de Feliz, el enano que me gustaría llevar reflejado en mi cara a partir de ahora en forma de una enorme sonrisa. Aspiro a encontrar la felicidad, a ver la vida del modo más positivo que sea posible, a reírme de los problemas y disfrutar de todos y cada uno de los momentos que me depare la vida. Enano número siete.

Y hasta aquí mi teoría. No sé si he conseguido demostrar la relación existente entre los siete enanitos y yo, probablemente digáis que cualquiera puede identificarse con esos personajes de la manera en la que yo lo he hecho, pero seguro que muchos de vosotros no lo habéis hecho mientras sacrificabais horas a vuestro sueño. Durante ese tiempo se me habría podido ocurrir la fórmula matemática que diese con la manera de lograr que deje de llover en Galicia después de tantos meses haciéndolo, pero yo soy mucho más simple (o aguda) que todo eso.


Y ahora si me lo permitís voy a comerme una manzana, por eso de darle continuidad al cuento. Y como hay que ser precavidos en esta vida, antes de darle el primer mordisco pregunto: ¿algún príncipe disponible en la sala?



El sueño de Morfeo: Ésta soy yo. http://youtu.be/YZ6oKE47soQ






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