domingo, 9 de febrero de 2014

La banda sonora de mi vida.



Aviso a navegantes. Warning. Achtung: esta entrada no es apta para todos aquellos que vayan de duros por la vida, así que avisados quedáis. Luego no quiero reclamaciones… El que avisa no es traidor. 

Érase una vez una niña a una radio pegada. Desde que tengo uso de razón la música sonaba en mi cabeza y crecí escuchando los 40 Principales al tiempo que merendaba bocadillos de pan untado con tomate y jamón (influencia de mi breve vida en Barcelona, imagino… o más bien de la de mis padres, no tan breve….). No sé en qué momento comenzó mi idilio con la música, ni por qué esa emisora fue la culpable pero cierto es que así empecé a elaborar la banda sonora de mi vida y aún ahora tengo la horrible manía de identificarme con las canciones como si ellas estuviesen contando mi vida y no yo viviéndola como a mí me da la gana. 

Recuerdo los veranos eternos en la aldea, el coche aparcado en la era, la puerta abierta y la radio a tope. Y yo bailando y cantando debajo de la parra. O leyendo. Otra de mis pasiones. Pero esa historia queda para otra ocasión. 

Tal era mi devoción que mi padre y yo llegamos a un pacto que jamás se rompió: tres veces a la semana recorríamos los 30 km que separaban Beluso de Pontevedra, a donde yo iba a clases de inglés, y durante el camino de ida la radio era mía. Y mi pobre padre aguantaba estoicamente a toda esa fauna encabezada por Hombres G y compañía… 

Llevo tiempo dándole vueltas a una cosa: si tuviese que resumir mi vida a través de canciones, ¿cuáles serían las que me definirían? ¿Qué canciones han marcado mi existencia? Y no os creáis que ha sido fácil la tarea. Teniendo en cuenta que soy una romántica empedernida, no os esperéis canciones de rock duro ni música techno dance… Ya os he dicho que esto va más bien de baladas y canciones de amor. Segundo aviso… 

Empecemos entonces:

  • Estoy segura de que ha habido otras anteriores, pero la primera canción que recuerdo con especial cariño es “Nothing’s gonna change my love for you”, de Glenn Medeiros (http://youtu.be/MLxTEV5vpyg). Desde el primer acorde, la primera sílaba, entraba en un trance inexplicable que me hacía cerrar los ojos y dar vueltas por el salón. Y me imaginaba a Glenn como un guaperas rompedor, despampanante, así que cuando en la tele anunciaron a bombo y platillo que en el programa de turno del sábado por la noche actuaría por primera vez en España me pegué al televisor como la niña de Poltergeist  predispuesta a entrar en trance. Y cuando me di de bruces con aquellos pelos rizos que se gastaba el niño, y descubrí que de guaperas tenía poco, me llevé mi primera desilusión… Es curioso, por esa época venía a hacer prácticas al cole un chico que preparaba magisterio, José Félix se llamaba, y cada vez que lo veía me venía a la cabeza la canción de marras. O viceversa. Ya entonces descubrí lo que era ponerse colorada y no poder evitarlo. Pobrecito: con los años me enteré de que se había muerto en un accidente de tráfico. 
  • Démosle algo de ritmo al tema que veo que alguno ya ha comenzado a cabecear. En aquellos años sonaba con fuerza una banda sueca de melenudos desgarbados que rompían por donde iban. ¡Cómo olvidar a Europe y su “Final countdown” (http://youtu.be/9jK-NcRmVcw)! Fueses a donde fueses, esa canción te perseguía y sin poder hacer nada por evitarlo tenías que ponerte a saltar. Era inevitable. Recuerdo que yo hacía gimnasia rítmica como actividad extraescolar (aparte de baile gallego, que era mi verdadero vicio) y la canción seleccionada para hacer la exhibición a final de curso fue ésta. Si es que en el cole éramos muy modernos.
  • La que ahora nombro todavía a día de hoy me apasiona. La sigo escuchando y sigue sin aburrirme. Y eso que cuando se puso de moda recuerdo que llegué a grabarla de la radio siete veces en una misma cinta (me siento un poco la típica abuela contando batallitas en este momento) para vez si en algún momento la pillaba entera. Ese sólo de piano me transportaba a otra galaxia. Al final evidentemente me compré el disco (la abuelita ha aparecido otra vez) que todavía conservo con cariño. Esta canción me acompañó en mis primeros años de instituto, y ahogaba en ella mis penas día sí y día también. Efectivamente, soy masoca desde tierna edad y sufridora por amor desde el comienzo de los tiempos. La canción en cuestión es la de Richard Marx, “Right here waiting” (http://youtu.be/S_E2EHVxNAE). No podía ser otra. 
  • Con “Take my breath away” de Berlin (http://youtu.be/WpIazkOqBVc) bailé por primera vez con un chico. Se llamaba Rubén y era un compañero de instituto. Yo sabía que le gustaba y él a mí también, y en la fiesta de fin de curso en segundo de BUP por fin se lanzó y me sacó a bailar. Y bailamos como dos patos, pero en aquel momento yo me sentía en el cielo. Lo nuestro no duró. Había una sombra muy alargada que me rondaba ya desde hacía unos años que me impedía ser feliz. Pero de eso hablo en el siguiente punto. 
  • La “sombra” tenía nombre: Miguel. Era un niño que conocía desde los siete años. Íbamos juntos a clase en la academia de inglés. De hecho él era el sobrino de la profesora. Durante los primeros años apenas me fijaba en él, pero cuando me mudé a Pontevedra y comencé el instituto, coincidir con él en clase cambió las cosas. Me colgué como una tonta: yo era la típica niña buena, estudiosa y eduacada; él era el malote, que en los estudios iba regular y además fumaba… (Cada vez que lo cuento me acuerdo de Grease). Miguel no me hacía caso. Y yo lo pasaba fatal. Y mis amigas conmigo. Así me tiré cuatro años, los que duró el instituto, sufriendo por un niño que me vacilaba de vez en cuando, que estoy convencida de que sabía que me tenía loquita pero que pasaba de mí. Recuerdo un sábado en Carabás (la disco de Pontevedra de toda la vida, que por cierto cerró definitivamente hace unos meses. Descanse en paz). Yo me había propuesto mandarlo a tomar por saco, consideraba que ya había sufrido bastante, y de repente se acercó a mí. Se sentó a mi lado. Hablamos durante horas. Nos reímos. Nos vacilamos. Y me dijo (lo recuerdo como si hubiese sido ayer): “ahora para que la noche fuese perfecta tendría que sonar Sweet child of mine” (http://youtu.be/1w7OgIMMRc4). Le encantaban los Guns.  Y sonó. Y comenzó a cantarme la canción. Y en el sólo de guitarra me hizo LA PREGUNTA. Y yo dije que sí. Y a los dos meses y medio me había dado cuenta de que tanto sufrimiento había sido en vano, porque había idealizado tanto a ese niño que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. En fin, corramos un estúpido velo… 
  • Luego apareció Chema. Y el pobre lo hizo en un momento un poco puñetero, porque comenzamos a salir cuatro días antes de mi cumpleaños, así que pobrecito él, allá que me compró un regalo. Y me regaló música. Un CD (sí, ya entramos en la época moderna) de Boston, del que confieso que sólo conocía “More than a feeling” (http://youtu.be/t4QK8RxCAwo). Temazo, por cierto. Con el tiempo nos conocimos mucho más el uno al otro y los regalos fueron más acordes con nuestros gustos.
  • Y entonces entró Bon Jovi en mi vida. Y ya no se ha ido. Desde Keep the faith tengo todos sus CDs (y alguno anterior también) y soy de las que el día que se pone a la venta un nuevo trabajo suyo corre rauda y veloz a la tienda para hacerse con un ejemplar. Cuando algo me apasiona allá que me lanzo. Podría enumerar ahora un montón de canciones que me gustan pero si tuviese que elegir alguna sin duda sería “It’s my life” (http://youtu.be/vx2u5uUu3DE). Yo misma la convertí en un himno, en mi tono de llamada del móvil y en mi vía de escape cuando me sentía mal. Entonces la ponía a todo trapo y desgañitada gritaba ese estribillo reivindicando que mi vida era  mía y de nadie más.
  • The Rembrandts y su “I’ll Be there for you” (http://youtu.be/nzQWmAwNNCw) no podía faltar. Esa música de cabecera de la serie Friends me acompañará mientras viva. Y con ella los recuerdos de mi primer piso como chica independiente, de mi primer trabajo, de mis compis que con el tiempo se han convertido en amigas, de las sobremesas todas juntas viendo las peripecias de los seis colegas que alegraban aquellos días de nuestras vidas. Os quiero mucho chicas. Y os echo mucho de menos. 
  • Curiosamente de mi época alemana hay una canción que se ha quedado habitando mi mente, y no es germana precisamente. Aunque reconozco que hay grupos alemanes que me gustan. La canción en cuestión es de No Doubt “Don’t speak” (http://youtu.be/TR3Vdo5etCQ). Nina, mi compañera de  piso, tenía un hermano, Andreas, que se había ido a pasar el verano a Estados Unidos. Cuando lo conocí recuerdo que una de las primeras cosas que nos dijo es que durante su estancia en los States había descubierto un grupo que era la caña y su cantante un bombón. Nos lo puso en aquel mismo momento, y desde entonces esa canción se convirtió en nuestra. Sonaba a todas horas en nuestro piso de la residencia, y sé de buena tinta que por mi casa hay una cinta (otra vez la época prehistórica aparece en el relato) en donde Nina y yo la destrozamos con nuestras voces… Cosas de la juventud. Madre mía, cómo echo de menos todo aquello… 
  • La siguiente canción tenía que haber sonado en un momento muy especial de mi vida y no lo hizo. Tenía que haberme acompañado mientras caminaba por aquel pasillo y no fue así. Y me arrepentí muchísimo de no haber peleado un poco más por conseguir que así fuese. Ahora ya da un poco igual, pero siempre me quedaré con esa espinita clavada. Si hay una canción que me relaje hasta lo indecible, que me haga cerrar los ojos y flotar es el “Canon” de Pachelbel (http://youtu.be/oDvtJlmIJgc). Haced la prueba. Es una maravilla. Sin que os deis cuenta os encontraréis flotando...
  • Y como nosotros no éramos la típica pareja tradicional y además y que sepamos, ninguno de los dos era descendiente de tiroleses emigrados a Galicia, pasamos del vals de turno y elegimos la canción romántica por excelencia. Porque no conozco a día de hoy a otro mejor que a Elvis, cantando con esa voz tan profunda y sensual “Can’t help falling in love” (http://youtu.be/5V430M59Yn8), para abrir ese baile. Y lo abrió. Con nota. Aunque los bailarines apenas le hiciesen justicia.
  • Los motivos de por qué me gusta tanto la canción “Una foto en blanco y negro” del Canto del Loco (http://youtu.be/wpaQbXAi_Ws) permitidme que me los guarde para mí. Es mi canción favorita de uno de mis grupos favoritos, pero encierra un compendio de sensaciones encontradas que prefiero no dejar que afloren. Para que no me hagan daño de nuevo. Quedaos con la idea de que ésta es otra de las canciones que conforman la banda sonora de mi vida. Esa vida tan desastrosa, tan llena de altibajos, tan bonita a veces y triste en ocasiones, tan vivaz, tan llena de ilusiones y desengaños, tan…. tan…. tan yo misma.  
Y como fin de fiesta, os dejo en esta ocasión con Dani Martín y su “Cero” (http://youtu.be/HUGuH7NPb4g). Mi actual tono de móvil, el que cada vez que alguien me llama me recuerda que a veces es mejor aparcar la vida anterior, dejar las maletas llenas de lastres a un lado de la carretera y ya ligera de equipaje arrancar de nuevo y llegar a un nuevo lugar para comenzar a vivir empezando de cero. 

Tengo mucha curiosidad por descubrir cuáles serán las canciones que conformen este nuevo viaje. Me gusta demasiado la música como para apartarla de mi lado. Es mi pareja perfecta. La que me acompaña en mis aventuras, la que me arrulla cuando no consigo dormir, la que me hace compañía en mi soledad y me entretiene en mis noches de fiesta.

No podría imaginarme un mundo sin música. Demasiado silencioso para mi gusto.

 

2 comentarios:

  1. ¿Has visto Volver a Empezar? Los cinco primeros minutos son el Canon de Pachelbel. A mi, al igual que en la película, me provoca melancolía, cualquier tiempo pasado fue mejor . Esto no es verdad y si no lo es, como en la película, siempre podemos volver a empezar.

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  2. Es cierto todo lo que dices, pero yo tengo la teoría de que somos lo que somos por lo que hemos sido en el pasado, así que en ocasiones me resulta muy difícil dejar los recuerdos a un lado y mirar al futuro sin más.
    Si he visto la peli en cuestión ahora no la recuerdo, así que me la apunto en mi listado de tareas pendientes y disfrutaré escuchando ese canon que me transporta a lugares muy lejanos. Tanto, que no sé si algún día llegaré a pisarlos con mis pies.
    Gracias por leerme. :-D

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