domingo, 12 de junio de 2016

Estoy lista.

Por fin. 

Después de meses y meses en los que por más que lo intentaba no conseguía encontrarme y otro periodo de tiempo en el que, tras dar conmigo, me dediqué a recomponerme por fuera y sobre todo por dentro, estoy preparada.

Como les decía ayer a mis amigas, estoy en un momento en el que me apetece volver a sentir mariposas en el estómago y dejarme mimar por alguien para el que signifique el mundo entero.

Hasta ahora mi deseo, que seamos sinceros, siempre estuvo ahí, no era del todo real. Más bien me aferraba a las ganas de volver a conectar con alguien de una manera un tanto a la desesperada. Creo que en el fondo me daba un poco igual todo con tal de no estar sola. Y así me ha ido. Que tampoco es que pueda basar mi teoría en términos de cantidad (no excesiva al menos), pero la calidad de las personas que se cruzaron en mi camino en determinados casos y sin ánimo de querer generalizar demasiado, es cierto que dejaba mucho que desear... Una cosa al menos me ha quedado clara durante este extraño periplo: estamos rodeados de gente muy rara.

Ahora es diferente. Me he cansado de buenas palabras y ningún hecho. De promesas vacías que siempre caían en saco roto. De encuentros que nunca me aportaron aquello que yo buscaba. Todo eso ha quedado atrás.

Acudiendo al siempre sabio refranero español diré que obras son amores, y no buenas razones, y ahora quiero un saco inmenso de esas buenas razones que consigan volver a hacerme sentir especial.

Ya no creo en cuentos de hadas porque la vida se ha encargado de demostrarme que no existen los finales de color de rosa, pero sigo creyendo en que ahí fuera existe alguien que un día se cruzará conmigo, me mirará directamente a los ojos y decidirá que merece la pena plantarse delante de mí, interrumpir mi camino, colocarse a mi lado y a partir de ese momento recorrerlo juntos.

No estoy ansiosa ni impaciente, no pretendo aferrarme a la primera muestra de afecto que alguien tenga conmigo. Eso ya lo hice y para lo único que me sirvió fue para constatar de una manera más clara si cabe que las cosas no se fuerzan, sino que vienen solas. Porque cuando tensas la cuerda al final lo único que sucede es que alguien termina en el suelo, agotado y sobre todo derrotado. Y como ese alguien suele llevar mi nombre, me entenderéis si os digo que todo eso no me compensa.

No busco al hombre perfecto porque, para empezar, la perfección no existe. Lo que para unos es maravilloso para otros puede resultar de todos menos bonito, así que abajo con ese mito.

Sé que aquél que consiga ponerme nerviosa mientras lo veo acercarse, el que consiga arrancarme una sonrisa sin motivo, el que me haga sentir en paz y sobre todo me haga sentir la persona más importante de este mundo, ése será el que estoy buscando.

Pero sin prisa... No estoy desesperada. Ya no. Ahora mi soledad y yo nos llevamos a las mil maravillas y a pesar de que en ocasiones cuando veo todo el espacio libre en mi sofá reconozco que me gustaría que alguien estuviese sentado a mi lado, cerquita, disfrutando de la compañía que mutuamente nos haríamos, tampoco convierto en un drama el hecho de mirar de reojo y no ver a nadie conmigo en el salón. Las cosas surgen cuando tienen que surgir y yo he aprendido a dejar que todo fluya.

Hace un tiempo leí sobre una leyenda japonesa que habla sobre un supuesto hilo rojo invisible que une a dos personas destinadas a encontrarse, no importa el tiempo que pase. Evidentemente es una historia cuya base científica es totalmente nula, pero su trasfondo es lo que me motiva para no perder jamás la esperanza.

Así que sí, efectivamente ahora estoy preparada. Me siento fuerte y sobre todo en paz conmigo misma. Estoy en una etapa en la que me apetece que me mimen un poco o un muchísimo. Puestos a pedir, pido el universo.

Siento que es mi momento y actuaré en consecuencia. Dejaré de poner cara de perro a todo aquel que se me acerque y prometo ser más sociable. Porque si una cosa he aprendido durante todo este tiempo es que no basta con cerrar muy fuerte los ojos y desear algo con muchas ganas. Es preciso dar los pasos necesarios para alcanzar la meta.

Sí. Lo reconozco. Estoy deseando volver a enamorarme. Más tarde o más temprano sé que terminaré saliéndome con la mía. 


Ahora sí. Esta vez sí. Y si no... No perderé ni la esperanza ni mi sonrisa. Cuando menos me lo espere sé que llegará. Yo estoy tranquila. 


Lifehouse. You and Me. https://youtu.be/ac3HkriqdGQ