Mañana comienza
septiembre, el noveno mes de un año que, como bien predije nada más comenzar,
pasaría más deprisa de lo que a veces a uno le gustaría. Parece que fue ayer
cuando era enero y dentro de poco habrá que volver a desempolvar los adornos
navideños y decirle adiós. Es increíble lo rápido que pasa la vida. En un
suspiro. Literal.
Septiembre es el mes de
los nuevos comienzos: Se terminan las vacaciones de verano y llega el momento
de volver a la rutina. En las épocas en las que a mí también me tocaba era la hora
de volver al cole, la ocasión de reencontrarse con todos esos amigos a los que
varios meses de asueto habían separado temporalmente de nuestras vidas. Se convertía
en ese mágico momento en el que compartir todas esas batallitas vividas en las
últimas semanas.
Septiembre es el mes en el
que el verano da paso al otoño. El calor sofocante se convierte en una brisa
agradable que terminará por transformarse en viento gélido a medida que el
invierno llame a la puerta. Otoño es la estación de la nostalgia, dibujada en
tonos ocres y oliendo a fresco. Es el momento de la transformación reflejada en
múltiples y pequeños detalles: es la época en la que los árboles pierden su
vergüenza y, lentamente, se quedan desnudos e indefensos; comienzan a caer las
primeras lluvias con ese repiqueteo constante e hipnotizador que en ocasiones
parece no terminar nunca; la gente cambia las tardes de terraza por esos
agradables momentos en los que el sofá vuelve a ser el protagonista indiscutible
de interminables tardes de tertulias acompañadas de una buena taza de café
calentito…
No podía ser de otra
manera: Siendo como es un mes en el que se producen todo tipo de cambios y
transformaciones, septiembre tenía que ser el mes en el que, después de la
palmadita de rigor, saludé al mundo con un buen berrido que ya auguraba que mi
potencia de voz iba a ser considerable.
Dentro de unos días
celebro mi cumpleaños, acercándome ya peligrosamente al momento en el que
tendré que cambiar de década y comenzar una nueva etapa en mi vida. ¡Otra más! Pero
como este año ese momento tan particular todavía no toca, me centraré en decir
que septiembre y yo tenemos una conexión especial.
Fue en septiembre cuando
comencé la relación más larga que he tenido en mi vida. La única que ha pasado
por las tres fases que toda relación de pareja puede llegar a sufrir. El final
no ha sido feliz aunque sí el correcto, pero el trayecto recorrido hasta llegar
a él ha sido muy revelador y un verdadero maestro para mi vida.
Fue en septiembre cuando
cogí un avión rumbo a Alemania para vivir una de las experiencias más
maravillosas de mi vida, que recuerdo con enorme cariño y mayor nostalgia.
Porque era la primera vez que abandonaba mi casa para sumergirme en la aventura
de tener que pelear sola durante todo un año, llegando a un país desconocido,
hablando un idioma que no era el mío, cerrando mi época de estudiante lejos de
la facultad en la que la comencé. Me sirvió para madurar a marchas forzadas.
Descubrí que era capaz de valerme por mí misma y aprendí a abrirme paso ante
todas las pruebas que me iba poniendo la vida. Y disfruté de esa experiencia a
tope, la exprimí hasta que ya no pude sacarle más jugo y me bebí todas esas
vivencias para que quedasen para siempre grabadas a fuego dentro de mí.
Fue en septiembre cuando
firmé mi primer contrato de trabajo, hace ya siglos, y con ello conseguí mi
independencia definitiva, además de convertirse en la ocasión de conocer a
personas maravillosas que todavía conservo en mi vida. Eran horas interminables
de trabajo que me agotaban hasta la extenuación pero a través de las cuales me
fui formando, en el terreno laboral, como persona. Aprendí a ser profesional;
más responsable si cabe, porque considero que esa cualidad ya venía de serie;
perdí parte de mi timidez a fuerza de tener que tratar continuamente con gente;
no me quedó más remedio que aprender a tomar decisiones, algo que me ha sido
muy útil a lo largo de mi vida posterior… En esta etapa de mi vida se asentaron
los cimientos de la persona que soy hoy en día.
Fue en septiembre cuando
me notificaron que había aprobado las oposiciones que darían el empuje
definitivo a mi vida. Llevaba semanas revisando el Boletín Oficial del Estado
todos los días, pendiente de que saliesen los listados de aprobados, pero por
algún motivo que ahora se me escapa ese día en particular me fue imposible
hacerlo. A media mañana sonó mi teléfono. Era una compañera de la academia en
la que nos habíamos preparado la que me llamaba para felicitarme. ¿Felicitarme
por qué? Mi corazón comenzó a acelerarse sin que yo pudiese hacer nada por
evitarlo. Sabía la respuesta, pero necesitaba oírla en voz alta. Me puse a
temblar, me giré hacia mi compañero de trabajo y le dije con un hilo de voz
porque no era capaz de hablar más alto: “He aprobado…” Recuerdo haber salido de
la oficina. Recuerdo que tuve que sentarme en un bordillo que había fuera porque
se me iban las fuerzas. Recuerdo que mi cabeza flotaba, no podía creérmelo.
Recuerdo haber pensado “¡Si yo sólo me había presentado para probar y ver cómo
se desarrollaba el proceso!” Recuerdo que me eché a llorar, aunque imagino que conociéndome
como me conocéis ya un poco eso tampoco creo que os resulte ninguna novedad…
Recuerdo haber imaginado mil y una cosas y a la vez no ser capaz de centrarme en
ninguna.
Septiembre es el mes de mi
cumpleaños, el mes en el que soplo las velas (imaginarias o no) mientras pido
un deseo. Es el mes en el que todo vuelve a empezar. Septiembre es mi mes
mágico, el mes de la nostalgia y de la melancolía, es en definitiva mi mes. Él
ha sido testigo de muchas de las cosas importantes que se han ido sucediendo a
lo largo de mi vida. Y por eso me parecía justo hacerle un pequeño tributo a
través de estas líneas.
Mañana
comienza el mes nueve del calendario. Y arranca con el primer día de la semana,
como deben nacer todos los buenos comienzos. Se presenta soleado y caluroso.
Tranquilo y apacible. Bienvenido de nuevo a mi mundo, Septiembre.
Maldita
Nerea: En el Mundo
genial de las Cosas de dices. http://youtu.be/Xa8Dv6JTRig