Ayer Montse y Fran fueron
papás. Iago llegó al mundo haciéndose bastante el remolón, lo que se tradujo en
que para mi Montsiña el día de ayer tuviese cuatro mil horas en vez de las
veinticuatro de rigor. Pero como suele suceder en estos casos, a pesar de todo
lo mal que se pasa desde que la primera contracción decide que vas a sufrir por
ti y por todos tus compañeros hasta que por fin te encuentras cara a cara con
el que a partir de ahora se va a convertir en el centro de tu existencia, todo
lo malo se olvida, todos los dolores desaparecen como por arte de magia y lo
único que queda es la felicidad plena de tener en brazos a ese ser pequeñito,
delicado e indefenso que consigue que todos los que lo rodean muestren esa
sonrisa boba en la cara.
Iago tiene cara de ángel,
por lo que no dudo ni por un momento que al final se convertirá en un diablillo
travieso que volverá locos a sus padres a medida que pasen los años. Tiene esa
naricilla tan característica de los bebés que tanto me gusta y una expresión
tan dulce que es imposible no enamorarse nada más verlo. Y encima me han
contado sus papás que es un niño la mar de tranquilo, que sólo llora cuando es
estrictamente necesario. Qué más se podría pedir…
¿No os lo he dicho
todavía? Iago es mi ahijado. El primero. Podéis imaginaros cómo me siento: soy
en estos momentos la madrina más orgullosa de la faz de la tierra. Tengo que
leerme un poco el libro de instrucciones de las madrinas porque soy profana en la
materia, pero según me han contado se necesitan muchas dosis de amor y
toneladas de cariño para llevar a cabo con éxito la faena, y desde que le he
visto la carita he notado cómo se despertaban dentro de mí ambos sentimientos
de manera desbordante. Espero hacerlo bien. Ganas desde luego no me faltan.
Y lo que son las cosas…
Por caprichos del destino éste quiso que ayer además de madrina me convirtiese
también en madre. Pero no en madre al uso de la palabra, como lo entendemos
todos a día de hoy. Paciencia, ahora me explico, que tal y como me estoy
expresando entiendo que os parezca todo totalmente surrealista e
incomprensible.
Muchos de vosotros me
habréis oído en alguna que otra ocasión nombrar a Marietta. Marietta es un
personaje inventado que un día salió de mi cabeza para dejar plasmadas sus
aventuras y desventuras en un papel (en realidad fueron aproximadamente 170). Hace
unos meses Marietta voló hacia un par de editoriales, esas que acaparan la
mayor parte de la producción literaria de este país, y la pobre no tuvo
demasiada suerte. El riesgo era alto y ambas sabíamos que la caída podía ser
dura, pero había que intentarlo. No pudo ser, así que a la espera de dirigir su
rumbo hacia otras un poco más modestas, dormía plácidamente en una esquinita de
mi salón.
Ayer Araceli me invitó a
cenar a su casa. Según me contó tenía mucha comida que se le iba a estropear y
le daba pena tener que tirarla así que me preguntaba, con mucha gracia y salero
y evidentemente con otras palabras más sutiles, si no me importaba ampliar unos
pocos centímetros más de cintura con el fin de no tener que deshacerse de todos
esos manjares. Y como soy una facilona, a las nueve me presenté en su casa. Es oír
la palabra GRATIS y me vuelvo loca…
Al final todo resultó ser
un engaño. Bueno, no del todo porque comida rica había, pero en realidad la
triquiñuela había sido gestada por otra buena causa. Así que cuando entré por
la puerta y me topé con Esther, Sara y Sonia, además de con la anfitriona, supe
inmediatamente por dónde iban los tiros: Mi cumpleaños fue hace casi dos meses
así que el motivo de la reunión no era otro que el de hacerme entrega, con un
poco de retraso, de mi regalo. Lo primero que me dieron fue un paquete en donde
aparecían escritos quince nombres de las personas más maravillosas que jamás he
conocido. Lo abrí y me encontré con un vestido que casualmente Esther y yo
habíamos visto hacía un par de semanas cuando fuimos a por el regalo de
Araceli. Maravilloso.
Luego pasaron a un paquete
más pequeño: un paraguas plegable, instrumento de lo más útil para protegerme
cuando llueva. Reminiscencias de mi naturaleza gallega.
Y cuando ya estaba dando
besos y agradeciendo los detalles me plantaron dos cajas en el medio del salón.
Y ahí la sorpresa ya fue mayúscula. Encima de cada una de ellas había un folio
con la carátula que Patri me diseñó para el libro de Marietta y yo no entendía
nada… Fue Sara la que se encargó de abrir la caja y cuando al apartar las
solapas me encontré de frente con ejemplares y más ejemplares impresos de la
historia que meses atrás me había robado horas al sueño me quedé petrificada y
sin saber cómo reaccionar.
¿Me entendéis ahora cuando
digo que yo también soy madre? Ayudada por unos locos he terminado pariendo, en
mi caso sin necesidad de epidural, (lo peor se lo han llevado los que han
tenido que dar formato y revisar todo para que se gestase esta maravilla) mi
sueño. Y al igual que Montse me siento la madre más orgullosa de este mundo, la
que tiene la criatura más guapa y más lista de la faz de la tierra.
Casualidades de la vida: Ayer
Montse dio a luz a Iago y yo me encontré cara a cara con Marietta en formato
tangible. Iago pesó 3.130 gramos y Marietta vino al mundo en forma de 100
ejemplares de 170 páginas cada uno (peso sin confirmar, pero doy fe de que
costaba levantar las cajas del suelo…). Ambas nos sentimos orgullosas de
nuestros respectivos churumbeles y eso es algo que nos llena de felicidad.
Y
en mi cabeza resuena de manera recurrente la siguiente frase: 6 de noviembre de
2015. Un día perfecto para presentarse ante el mundo. Bienvenido Iago.
Bienhallada Marietta.
Michael Bublé. It’s a beautiful day. https://youtu.be/5QYxuGQMCuU