Es curioso, pero hasta
hace apenas unos minutos no caí en un pequeño detalle que ha estado condicionando, y de qué manera, esta última etapa de mi vida. Sentada como estaba en pleno atasco mañanero mi cabeza comenzó a divagar, y
divagando… divagando… ella sola llegó a la siguiente conclusión, haciéndome por
supuesto a mí partícipe de sus retorcidas pajas mentales: Desde que soy rubia la vida me
va mejor.
Sé que a primera vista la
reflexión puede hasta resultar demasiado extraña. Algunos incluso la tildarán
de ridícula o de gilipollez, dependiendo del grado de finura que quieran
otorgar a sus palabras, pero el trasfondo del asunto independientemente de la
forma que se le quiera dar, es el mismo.
En mi época de morena yo
era una persona gris, llena de complejos y sin iniciativa. Un vaso de agua para
mí era sinónimo de ahogamiento sin remedio y mi frase preferida era “Nadie me
quiere. ¿Cuál es mi problema?”
Y esto resumido a grandes
rasgos, porque si me pongo a explayarme sobre ese tema os tengo pegados a la
silla hasta el año que viene y teniendo en cuenta que las vacaciones de verano
están tan cerca me temo que lo único que conseguiría es que me odiaseis por no
permitiros disfrutar de vuestro bien merecido descanso. Y no es plan. Además,
si alguno de vosotros ha leído mis entradas empezando por la más antigua habrá
apreciado de manera más que evidente que la Rut que comenzó a escribir este
blog no es la misma persona que la que ahora suscribe estas líneas. Y menos
mal, porque al paso que iba lo único que me quedaba por hacer era encerrarme a
cal y canto con las persianas bajadas para no volver a ver la luz del sol y
pedir comida a domicilio para no morirme de hambre.
Desde que tomé la decisión
de aclararme el pelo, obligada en parte por mis continuas visitas a la
peluquería a razón de una cada tres semanas, que era lo que duraba mi paciencia
al ver cada mañana al levantarme el contraste entre lo oscuro de las puntas y
lo blanco de la raíz, conseguí quitarme de encima la nube negra que ensombrecía
mi existencia. El proceso fue duro y bastante largo, pero con el tiempo
aprendí a quererme y a valorarme y ahora ya no hay quien me pare.
Como he comentado en más de una ocasión, ya he estado una vez en el infierno y
me niego a volver a él. Salvo que Lucifer monte la fiesta del siglo. Entonces
sí, pero vestida con mis mejores galas y acompañada de mi radiante sonrisa.
Desde que me he pasado al “lado
claro” he conseguido cambiar mi rutinario y poco gratificante trabajo por uno que
me motiva enormemente y en el que me siento valorada de verdad. Cualquiera que
sea funcionario sabe lo utópico que resultan en el gremio que nos ocupa cualquiera
de las dos cosas de las que hablo. Fue otro parto doloroso pero que tuvo final
feliz, así que doy por buenos todos y cada uno de aquellos días en los que me
levantaba con la desazón de no saber si al final podría huir de la monotonía en
la que se había convertido mi vida laboral.
Ha sido tomar la decisión
de formar parte del “clan de las rubias” y he encontrado también la fuerza de
voluntad necesaria para que el resto de mi cuerpo decidiese no quedarse atrás.
Renovarse o morir. Y éste ha decidido renovarse. Ahora soy consumidora asidua
de gimnasio y de comida sana a partes iguales. Y hoy por fin he podido estrenar
unos pantalones que guardaban polvo desde hace dos años en mi armario, porque
ya en el momento de la compra conseguía cerrar el botón con dificultad. Detalle éste que
como podréis imaginaros también me llena de orgullo y satisfacción.
Ahora que mi pelo es claro
por fin he tomado la decisión de cambiar de coche. Todavía a día de hoy no soy
del todo consciente de cómo narices he conseguido hacerme con el modelo que quería,
con los extras que quería y al precio que he encontrado. Digamos que al final
las cosas salieron rodadas y ahora soy yo la que ruedo por las carreteras montada
en mi bólido nuevo más feliz que una perdiz.
Si hasta me he liado la
manta a la cabeza, cubriendo con estilo mi melena clara, y he tenido la osadía
de agenciarme las gafas de sol que llevaba tiempo deseando y que nunca me
decidía a comprar, tal vez por miedo a los cambios. ¿Qué será lo próximo? ¿Un
viaje a la luna? Miedito me doy…
Desde
que soy rubia soy más feliz, me he vuelto más sociable y me valoro más. No me
quedo detrás de la barrera y lucho por lo que quiero, porque he descubierto que el conformismo del que me había rodeado para lo único que me ha servido ha sido para
dejar de vivir. Y eso que mi tono de pelo dentro de la gama de los rubios es un
tanto oscuro. El día que decida pasarme al rubio platino igual hasta encuentro
a alguien que me aguante y todo…
Ariana Grande.
Dangerous Woman. https://youtu.be/9WbCfHutDSE