viernes, 20 de mayo de 2016

Coche nuevo... ¿vida nueva?

Soy de esas personas a las que el resto del universo define como “sentimentales”, dándole un significado tremendista al vocablo que perfectamente se podría equiparar a cualquier situación catastrófica en la que nadie puede salir bien parado.

Sí, lo confieso: tengo la fea costumbre de cogerle cariño a lo que me rodea, sea esto un ser vivo o cualquier objeto inerte que de una manera o de otra se ha cruzado en mi camino.

Hace hoy una semana me despedí por última vez de mi compañero de fatigas durante 16 años (se dice pronto...), mi cómplice fiel en innumerables aventuras, mi confesor mudo y discreto que a pesar de verme reír y llorar en infinitas ocasiones jamás se quejó ni descubrió mis vergüenzas al resto del mundo.

Todavía hoy recuerdo el día que llegué al concesionario y lo vi. Recuerdo que quería un coche gris pero me tuve que conformar con uno color azul China. Recuerdo el olor a nuevo. Recuerdo la ilusión que me invadió cuando encendí el contacto por primera vez. Recuerdo haber salido del concesionario a una velocidad máxima de 30 km/hora y pensar que volaba más rápido que un avión supersónico. Recuerdo que lo mío con él fue amor a primera vista. Recuerdo sentir esa sensación hasta el último segundo que pasamos juntos.

Los veranos en Madrid son duros y no aptos para cualquiera, especialmente en esos días en los que los termómetros se acercan peligrosamente a los 40 grados. Y si para cualquier mortal ese calor es asfixiante, no os quiero ni contar si vas en un Peugeot 206 que no dispone de aire acondicionado.

Teniendo en cuenta que cuando compré el coche ni en mis sueños más imposibles me veía liándome la manta a la cabeza y lléndome a vivir a Madrid, no consideré requisito imprescindible disponer de ese extra para evitar llegar a casa después del trabajo como si hubiese salido de una sauna, tras haberme subido a un coche que había pasado toda la mañana aparcado bajo el sol.

Seamos realistas: en Galicia con bajar las ventanillas en los días más calurosos del verano uno tiene más que suficiente, por lo que en su día no me pareció rentable pagar la diferencia que me pedían por instalar semejante aparato.

Total... que el pasado verano pensé morir de insolación en varias ocasiones. Y poco a poco, preocupada a partes iguales por mi salud y por la salud de mi ya entrado en años coche, fui gestando en mi cabeza la idea de buscarle un sustituto.

No penséis que fue tarea fácil. Los que me conocen saben lo tiquismiquis que me puedo poner a la hora de elegir algo que quiero. Los más graciosillos me llaman pija... yo me defino como alguien con las ideas claras. Y esta ocasión no iba a ser menos. ¿El problema? No encontraba el coche que cumpliese con todas mis expectativas.

Mal me veía en mi empeño hasta que un día, sin buscarlo, me topé de bruces con el elegido. Fue de la manera más casual y menos obvia: en medio de un atasco en pleno túnel de la M30. 

Una mañana camino del trabajo estaba parada rodeada de otros conductores que como yo hacían lo posible y lo imposible por no perder la paciencia cuando fijé la vista hacia el carril de mi derecha y lo vi. Y sí, efectivamente fue un flechazo. Y sí, nuevamente confirmé mi teoría de que soy una persona de extremos, alguien que puede pasarse tiempo tranquila dándole vueltas a algo y de repente cruzársele los cables y necesitar con imperiosa necesidad lo que hasta entonces era únicamente una vaga idea que rondaba su cabeza.

El cambio de coche estaba previsto para fin de año. De esta manera podría conseguir tener algo de colchón para poder hacer frente de una manera más holgada al coste final del modelo elegido, pero una sucesión de acontecimientos hizo que finalmente todo se precipitase y en menos de dos semanas vi, decidí y compré el sustituto de mi compañero fiel como si hubiese entrado en una tienda a por pipas.

Lo cierto es que hace una semana, cuando finalmente se formalizó todo, me envolvieron un cúmulo de sensaciones encontradas que hicieron que pasase del llanto por decirle hasta siempre a mi coche viejo a la sonrisa de oreja a oreja cuando me puse a los mandos de mi nuevo compañero.

Sé que nunca podré olvidar al 206, porque a pesar de que oficialmente no fue mi primer coche, sí fue el primero que realmente pude elegir y que pagué con el sudor de mi frente.

Y como este blog habla de mí y de las cosas importantes de mi vida, mi coche tenía que tener cabida en él.

A partir de ahora otro guiará mis pasos, pero como sucede con los primeros amores, jamás olvidaré a quien estuvo a mi lado durante todo este tiempo y se fue haciendo mayor conmigo.

Parece que el verano pretende instalarse por fin en Madrid y regalarnos mil días de sol y temperaturas infernales. Ya no me importa porque no temo llegar a casa con la ropa pegada al cuerpo. Afortunadamente para mí, esta vez sí dispongo de aire acondicionado. Climatizador bizona, para ser más exactos. Y ya pueden caerse los pájaros del cielo que yo iré notando la brisa en mi cara mientras sonrío.

Cyndi Lauper: I drove all night. https://youtu.be/2y1TZXc5DiY





No hay comentarios:

Publicar un comentario