domingo, 30 de marzo de 2014

Positive thinking.

Tengo la casa llena de notitas. Las he pegado en el espejo del baño, en el espejo que tengo en el pasillo e incluso en el mueble del salón. Son cinco diminutos post-its de color verde con escuetas frases que respiran positivismo desde la primera letra hasta el punto y final. Las cinco frases se repiten en cada uno de los lugares en los que están estratégicamente colocadas, y cada vez que me cruzo con ellas me llevo los dedos a la garganta, y en voz alta las repito como un mantra mientras me miro a los ojos en el espejo.

No, no me he vuelto loca. Ni se os ocurra marcar el teléfono de ningún manicomio porque aunque pueda parecer lo contrario, me siento más cuerda que nunca, si es que la cordura se puede considerar una virtud y no un impedimento para ser feliz.

Me remonto a hace poco más de un mes… Hace más o menos treinta días la montaña rusa que es mi vida me pilló en bajada de nuevo. El carro descendía a gran velocidad, imparable, precipitándose sin remedio hacia el vacío. Y de repente mi mano tropezó casi por casualidad con la palanca de freno y sin pensármelo dos veces tiré de ella hacia arriba con una fuerza desmesurada. Tal fue la rabia con la que la levanté que por un instante pensé que me había quedado con la pieza en mi mano. Y de repente me encontré allí, parada en mitad de la bajada, mirando a un lado y a otro preguntándome… ¿Y ahora qué? Pues muy sencillo: desabroché el cinturón de seguridad, me levanté lentamente, apoyé mis pies en el borde de la atracción y en cuanto estuve totalmente fuera comencé a correr como una posesa, girando la cabeza de vez en cuando para confirmar que esa montaña rusa quedaba atrás, perdida en la distancia, haciéndose cada vez más y más pequeña.

Y entonces conocí a Enrique. Reconozco que cuando se presentó no me sentí muy cómoda. Yo había rogado que al abrir aquella puerta me recibiese una voz femenina. Me recuerdo pensando: ¡Mierda! Ni para esto tengo suerte…

Y resulta que Enrique es una persona entrañable, muy cercana y en cierto modo hasta cariñosa. Cada vez que nos vemos nos saludamos y despedimos dándonos un par de besos en la mejilla. Jamás pensé que lo diría, pero mi confianza en él crece cada día más. Me ha calado desde el primer momento y gracias a él poco a poco voy entendiendo muchas cosas. Me abre los ojos y está consiguiendo que despierte de mi letargo a medida que pasan las semanas. Evidentemente yo también tengo que poner mucho de mi parte, pero hablar con él me relaja y hace que me sienta bien. No tengo ni idea de cuánto tiempo más durará nuestra relación, pero dure lo que dure pienso exprimirle todo el jugo. Siendo sincera, yo desearía que durase lo menos posible porque eso significaría que por fin puedo volar sola y libre. Sin ataduras.

Cada día que pasa me siento un poquito más fuerte. Eso no quita que de vez en cuando tenga momentos de bajón que se pueden deber a cualquier tontería. Sin ir más lejos, hace poco más de una hora hacía partícipe a Patri de uno de esos momentos en los que mi corazón ha vuelto a dar un vuelco. Nadie dijo que la vida fuese fácil. Lo importante en estos casos no es el dolor, lo importante es saber buscarle el lado positivo a cada cosa que nos pase, por muy mal que nos haya hecho sentir, y recopilar la fuerza necesaria para conseguir que al final todo te resbale.

Y ahora que nombro a Patri… Gracias a ella hace poco más de tres semanas conocí a Elena. Elena es el positivismo hecho persona. Cuando ella habla el mundo incluso parece un bonito lugar en el que vivir. Ella es la culpable de que mi casa esté llena de notitas positivas y la que está consiguiendo que enfoque mi vida desde otra perspectiva. Las lágrimas asomaron a mis ojos en su presencia, mientras me hablaba y me hacía ver la realidad de mi vida: según el listado que escribió en la pizarra, mi vida soñada y mi vida actual son totalmente opuestas. Qué ironía…

Es sumamente complicado, sobre todo cuando llevas toda tu existencia pensando que no vales gran cosa, pero a medida que pasan los días me voy dando cuenta de que nosotros mismos nos ponemos zancadillas y tal vez por miedo al fracaso nos inventamos trabas infinitas que nos impiden avanzar.

Jamás me he considerado una persona demasiado positiva, pero a día de hoy me estoy dando cuenta de que es verdad: atraemos lo que pensamos. Si piensas que todo te sale mal ten por seguro que te saldrá mal. Lo que tenemos que hacer es llenar nuestra mente de pensamientos positivos, de mensajes cargados de optimismo, tenemos que aprender a aceptarnos tal y como somos, con nuestras virtudes pero también con nuestros defectos (mi frase favorita últimamente es ésta: yo me amo y me acepto exactamente tal y como soy) y a medida que nos lo vayamos creyendo, las cosas sólo pueden ir a mejor. ¿Pensáis que me he vuelto loca? Yo sólo os diré: por intentarlo no pierdo nada. Y si me sale bien… no… un momento… rehago la frase… me va a salir bien, y vosotros estaréis ahí para verlo. Mi cara hablará por mí. Ya poco a poco se me va notando… Os lo puedo asegurar.


Como versa una frase de Mr. Wonderful, que por cierto os diré que tengo pegada en la puerta del mueble de la cocina y que resume toda esta nueva filosofía de vida a la que estoy rindiendo pleitesía, os lo confirmo: HOY ES UN BUEN DÍA PARA SONREÍR.




John Barry & Robert Downey Jr. – Smile. http://youtu.be/mQ8S6jNu-SM







domingo, 16 de marzo de 2014

18 de marzo de 2008.

Dentro de dos días estoy de celebración. Dentro de apenas 48 horas se cumplirán seis años desde aquel día en el que dejé mi casa y mi vida entera en Pontevedra y me planté en Madrid, al estilo Paco Martínez Soria, con una maleta llena de ilusiones en una mano y un baúl lleno de incertidumbres en la otra.

Jamás me pude imaginar ese día que mi vida daría los giros que ha dado y que LA VIDA, con mayúsculas, me enseñaría tantas lecciones como tomos pueda tener una buena enciclopedia universal. Recuerdo que el día estaba soleado cuando cogimos el coche y mirando atrás veía cómo mi ciudad se iba haciendo cada vez más chiquitita, oía el arrullo del mar perdiéndose en la distancia y dejaba atrás a todos mis seres queridos, aunque los notase cada vez más fuertes en mi corazón.

Después de un largo trayecto divisaba desde lo alto, saliendo del túnel de Guadarrama, la ciudad que a partir de ese momento se convertiría en mi nuevo hogar. Una ciudad que desde el primer momento me recibió con los brazos abiertos, me acogió protectora, susurrándome al oído palabras de ánimo asegurándome que todo iba a ir bien. El día seguía soleado, y el calor comenzaba a templar el ambiente.

Recuerdo como si hubiese sido ayer mi llegada al que se convertiría en mi lugar de trabajo. La fachada de la que había sido en sus tiempos la cárcel de Carabanchel todavía seguía en pie, ruinosa pero arrogante. Apenas visible debido a la cantidad de gente que abarrotaba su patio, personas que haciendo tropecientas filas sobresalían del recinto y ocupaban gran parte de la acera de la Avenida de los Poblados; personas de todo tipo y condición, de mil nacionalidades diferentes, hablando mil idiomas distintos, aguantando estoicamente a que les llegase su turno para entrar en el edificio al que yo me dirigía. Un complejo de oficinas que más parece una carpa de circo que un edificio administrativo. Sólo le faltan los elefantes, los tigres, los leones y demás animales para terminar de confundirlo con uno. Payasos, por si os lo preguntáis, os diré que hay de sobra.

Me asusté mucho cuando vi todo aquello: la sala abarrotada, aquel alboroto, tanta desorganización, gente alterada, gente agotada, gente desesperada… Recuerdo que me pregunté a mi misma: "¿Pero niña… dónde te has metido…?"

Y como sospechaba, mi tarea consistía en lidiar con todo ese caos. Me asignaron una mesa y de manera casi autodidacta me hice con mi puesto. Al poco tiempo descubrí que me sentía cómoda haciendo mi trabajo, que me gratificaba conocer a tanta gente diferente que en ocasiones agradecía el trato y la sonrisa que les dedicaba nada más sentarse en mi mesa. Con algunas historias desgarradoras lloré como una descosida. No es que me cueste mucho llorar, la verdad, pero es cierto que hay vidas que están llenas de penurias y ver cómo esas personas afrontan el destino que les ha tocado vivir con resignación y esperanza es en ocasiones muy enternecedor. Jamás olvidaré, al poco de comenzar a trabajar, las lágrimas de alegría que se le escaparon a borbotones a una pobre señora que después de  años en situación ilegal había conseguido por fin sus papeles. “Señorita, no sabe lo feliz que me acaba de hacer. Después de cinco años voy a poder volver a mi país y abrazar a mis hijos…”. Yo no soy madre, pero tengo una a la que adoro, y no me imagino pasar tanto tiempo sin sentir su cariño de cerca…

La búsqueda de la que sería mi residencia en Madrid fue toda una odisea. Cada vez que volvía de ver alguna de las posibles opciones que iba encontrando me desesperaba un poquito más. Siempre he dicho que vivir en Madrid, y cuando hablo de “vivir” me refiero a comer y vestirme, es relativamente asequible. Pero encontrar un piso de alquiler decente a un precio que no haga que sientas cómo te arrancan la piel a tiras… eso ya es otra historia. Como todo, al final aparece siempre algo que, si bien no es lo soñado, es lo suficientemente correcto como para que puedas hacerlo tu hogar. Y lo dice alguien que en estos seis años lleva ya cuatro mudanzas… supongo que siempre buscamos algo que sea mejor que lo que tenemos. En mi caso nunca estoy conforme. Imagino que sigo en la búsqueda de la perfección, y eso hace que cada cierto tiempo mis bártulos y yo cambiemos de ubicación. Soy un culo inquieto. Qué le voy a hacer.

De mi vida personal poco tengo que decir que no haya dicho ya. Evidentemente he cambiado mucho, no sé si a mejor o a peor, pero sí que es cierto que he evolucionado. He aprendido muchas cosas y la vida no ha dejado de darme lecciones. Últimamente me siento diferente, y no os extrañéis si en breve doy un giro positivo a mi vida: me estoy enamorando…..... mucho….... de Rut. Y me está gustando enormemente esta nueva sensación que crece poquito a poco dentro de mí. Rut es una tía genial, y me estoy dando cuenta de que es imposible no quererla. Y antes de que me la quite alguien prefiero conquistarla yo. Dicen que las ocasiones no hay que desaprovecharlas porque luego lo único que queda si lo haces es arrepentirte por no haberlo intentado. Y yo ya me he cansado de darme cabezazos contra toda pared que se encontraba en mi camino.

Dentro de dos días, el 18 de marzo, recordaré con nostalgia todos y cada uno de los momentos que me han traído hasta aquí y me han convertido en lo que soy. Soplaré mentalmente las seis velas de mi maravillosa tarta y pediré un deseo. No tengo ni idea de lo que me deparará el futuro. ¿Un nuevo cambio tal vez? ¿Un nuevo comienzo tal vez en algún lugar del extranjero? Ojalá. Pero si no es así lo que es seguro es que seguiré dando guerra. Porque me gusta mucho, quizás demasiado, tocar las narices.


Acabo de mirar por la ventana y hoy también luce el sol. Madre mía… si parece que fue ayer cuando veía el soleado cielo de Madrid por primera vez…



Melocos: Cuando me vaya. http://youtu.be/TjK8m4XhcOs







jueves, 6 de marzo de 2014

Paréntesis.

Hoy me vais a permitir que convierta mi blog en un simple gesto de perdón.

Sé que esta entrada será pequeña, minúscula. No creo ni que ocupe más de un par de líneas, pero me veo en la obligación de confesaros algo: hoy he hecho daño de manera gratuita a una persona. He hecho daño a alguien sin querer, pensando de manera irracional en que lo que estaba haciendo era lo mejor para protegerme a mí misma. En un primer momento hasta me pareció lo propio: no me siento fuerte y por ese motivo mi cabeza confabula y se cree que el mundo está en mi contra. Y yo no hago nada por detenerla porque no me veo con ganas. Pero en el fondo sé que esto no me justifica. Y sin ser consciente de lo que hacía sé que han llorado por mis palabras…

No sé si me leerás. Hasta ahora siempre lo has hecho. A partir de este punto ya no tengo ni idea. Por si existiese esa pequeña posibilidad te lo repito: lo siento mucho. No sabes cuánto.

Ya no necesito añadir ni una coma. Sé que mis palabras no tendrán sentido para nadie más, sólo para la persona a la que van dedicadas.

Vales mucho y te mereces lo mejor. Cuídate. Yo prometo ponerme fuerte para poder ser tu amiga, de esas de las de verdad. Sin dobleces.


Tracy Chapman: Baby can I hold you? http://youtu.be/kjRo_CHSdt0