A lo tonto, a lo tonto, hoy
hace ocho años que cual Neil Armstrong al llegar a la Luna planté mis pies en la
Villa de Madrid y a zancadas que no a saltos me dediqué a explorar el que desde
ese momento se convertiría en mi nuevo hogar.
Y hete aquí que repasando las 57
entradas que llevo publicadas en el blog me di cuenta de que todavía no le
había rendido tributo a la ciudad que me acogió con los brazos abiertos, así que
creo que ya va siendo hora de que le dedique al menos unas líneas.
Madrid no me defraudó. Al
principio la ciudad se mostró inmensa, atropellada y caótica ante mis ojos y no
fue hasta que con el paso de los días fui recorriendo sus barrios mientras
buscaba un lugar al que llamar hogar, que me di cuenta de que detrás de todo
ese batiburrillo se escondía un lugar maravilloso en el que vivir.
Siempre he sido chica de
provincias, como digo yo. Desde muy pequeñita, y dejando a un lado mis primeros
años vividos en Barcelona porque mi escasa edad me impide recordarlos bien, he residido
en lugares que se pueden recorrer de punta a punta caminando y sin mucho
esfuerzo.
Primero fue Beluso, un
típico pueblo de pescadores con unas playas y paisajes maravillosos en los que
disfruté como una enana de mis años infantiles. Jugaba libremente sin temor a
coches ni a extraños en medio de un entorno rural de lo más tranquilo y
apacible. Si algún día viajáis a Galicia y os encontráis en las Rías Baixas no dejéis de hacer una
excursión a la Península do Morrazo,
porque os puedo asegurar que lo que allí veréis y sobre todo comeréis os dejará
sin aliento. Y sí, el agua está helada, que por algo baña sus costas el Océano
Atlántico, pero merece la pena sufrir un poco por pasar una jornada agradable
en cualquiera de los innumerables arenales que conforman su entorno.
Cuando fui adolescente
cambié Beluso por Pontevedra, o lo que es lo mismo, el pueblo por la ciudad.
Siempre creí que ésta sería mi última parada, que aquí asentaría mi residencia
definitiva. Pontevedra es una ciudad chiquitita, muy cómoda y con buena calidad
de vida (al menos desde mi humilde opinión). A medida que pasaron los años se
ha ido humanizando, y el olor a tubos de escape y el ruido de los motores han
cedido terreno a los paseos tranquilos de la gente a lo largo de sus calles
(recientemente) peatonalizadas. De Pontevedra me enamoran sus soportales, la
arquitectura que se muestra a lo largo de todas y cada una de sus iglesias y
edificios históricos, su amplio y bien cuidado casco antiguo, sus paseos
bordeando la ría o sus plazas repletas de personas que las inundan en cuanto un rayo de sol hace
aparición por el horizonte.
Supongo que conocéis ese
dicho que versa “nunca escupas para
arriba porque te puede caer en la cara”. Pues bien, algo de eso me pasó a
mí con Madrid.
Os pongo en antecedentes.
Pontevedra era para mí el
lugar ideal para vivir, y por eso no entendía que Martín, quien llevaba ya unos
años en Madrid, defendiese a capa y espada las virtudes del que era su hogar de
adopción en detrimento de la ciudad de provincias. Yo aceptaba que la primera
ofrecía muchas más posibilidades que la segunda, pero no era capaz de asimilar,
a lo largo de nuestras conversaciones sobre este tema, las innumerables
ventajas que a ojos de Martín eran tan obvias. Y por eso lo de escupir para
arriba… Yo ahora tampoco soy capaz de vivir sin Madrid, y si bien es verdad que
Pontevedra siempre será ese lugar al que siempre querré volver, a día de hoy la
variedad gastronómica, cultural, étnica y cualquier otra que se os ocurra y que
Madrid ofrece a todo aquél que lo visita es infinitamente más amplia y atractiva
que la de cualquier otro lugar que conozco.
Cómo describir Madrid sin quedarse
corto o pecar de arrogante. Difícil tarea que procuraré llevar a cabo de la
mejor manera que me sea posible.
Madrid
es…
Madrid
es caos. Un caos que en un primer
momento puede llegar a asfixiarte pero que te engancha como una droga, hasta
tal punto que en los días en los que el agobio no es excesivo echas en falta ir
corriendo a todas partes, así que ya terminas acelerando el paso por inercia
aunque vayas con tiempo de sobra.
Madrid
es calma. Calma que se respira nada
más pisar los Jardines del Buen Retiro, uno de mis lugares favoritos cuando quiero
desconectar o simular que hago deporte, según se dé el caso. Es maravilloso
poder rodearte de naturaleza en pleno centro de la ciudad, ser capaz de no
escuchar nada más allá del cantar de los pájaros o el murmullo del agua
sabiendo que a escasos metros la gran urbe está llena de vida, ruido y
vitalidad.
Y aunque el Retiro sea el
más conocido para nada es el único. Madrid está repleto de parques, cada uno
con su encanto particular. No podéis perderos la visita al Parque del Capricho
o a la inmensa Casa de Campo con su zoo y su parque de atracciones, a la famosa
Pradera de San Isidro, a los Jardines de Sabatini escoltando el Palacio Real, al
Jardín Botánico con su variedad de vegetación en pleno Paseo del Prado, a la
Dehesa de la Villa o al kilométrico Madrid Río, con su particular “playa” en
plena ciudad.
Madrid
es paisaje. No he visto atardecer más
impresionante, con el skyline de la ciudad como fondo, que el que se puede
contemplar desde el Cerro del Tío Pío en Vallecas. Es el lugar ideal para
llevarte una manta, unas pipas y algo para beber y contemplar cómo el sol se
oculta tras el horizonte como si estuvieses disfrutando de una buena película.
Junto al Parque del Oeste,
en el mirador que se halla al lado del Templo de Debod la panorámica de la Casa
de Campo con la sierra de Madrid de fondo tampoco se queda corta. Incluso la
panorámica de la Gran Vía que se observa desde la planta 9 del Corte Inglés de
Callao sorprende. Lo bueno de esta última opción es que además de disfrutar de
la ciudad desde las alturas puedes acompañar ese momento de un café o un buen
gin tonic.
Madrid
es arte. Muestra de ello la
representan los innumerables museos que la componen, con el Prado, el Thyssen o
el Reina Sofía a la cabeza, pero escoltados por muchos y variopintos lugares en
los que poder admirar todo tipo de maravillas de la historia. No podemos
olvidar fascinantes obras arquitectónicas como el Palacio Real, el edificio de la
Ópera, el templo de Debod o el Palacio de Cibeles por poner algún ejemplo de los
imponentes edificios que van surgiendo en cada esquina de la ciudad.
La
misma Puerta del Sol es arte en sí misma.
Madrid
es espectáculo. Basta con pasear por la
Gran Vía y alzar un poco la vista para darnos de bruces con los innumerables teatros
que la conforman, publicitando con inmensos carteles luminosos los espectáculos
más en boga del momento.
Y qué me decís de los
conciertos… Las figuras más importantes tanto a nivel nacional como
internacional suelen hacer parada obligada en Madrid en sus giras, otro
aliciente más para que esta urbe gane puntos en mi ranking personal.
Madrid
es diversidad. El variopinto abanico de
personas que la habitan hace de ella un lugar único. Y lo más maravilloso de
todo es que, salvando las excepciones que siempre existen, la convivencia
discurre de manera pacífica y civilizada. Es esta disparidad de nacionalidades,
razas y religiones lo que hace de Madrid y de sus barrios, entre los que se
encuentran Chueca, Lavapiés, Vallecas o Malasaña (por nombrar algunos de los
más conocidos), el lugar cosmopolita que es hoy día.
Madrid
es gastronomía. No he conocido lugar en el
que la variedad gastronómica sea tan completa como aquí. Es el sitio ideal para
cumplir cualquier antojo que se nos ocurra ya sea éste de carácter nacional o internacional.
Pocos restaurantes seguramente quedarían fuera de la lista de opciones. Y yo,
que disfruto tanto con la comida, soy feliz.
Madrid
es diversión. La oferta de ocio, tanto diurna
como nocturna, es amplia y variada. Infinitos bares y discotecas de
estilos muy variopintos inundan la capital complaciendo de este modo al más
exigente.
Mi entretenimiento
favorito durante la época estival es recorrerme las diferentes terrazas que
abren sus puertas en hoteles y lugares públicos como el Círculo de Bellas Artes
o el Palacio de Cibeles, y disfrutar de un buen cóctel mientras la ciudad se
encuentra a tus pies. No veo la hora de que llegue el buen tiempo para retomar esta
buena costumbre.
Y así seguiría horas…
Madrid
es, a día de hoy, mi ciudad. Esa que me acogió con los brazos abiertos nada más
llegar y que me ha ido enseñando en pequeñas dosis todos sus recovecos. El
lugar en el que trabajo y en donde he conocido a gente maravillosa que me
acompaña en mi día a día. El sitio en el que me encuentro como en casa aunque
jamás olvide de dónde vengo. No sé qué se siente estando en el Paraíso, pero si
tengo que definir con una frase la sensación que me produce estar aquí tengo
claro cuál sería:
De Madrid al cielo.
Joaquín
Sabina. Pongamos
que hablo de Madrid. https://youtu.be/lHMhbJDW3KY