miércoles, 9 de marzo de 2016

Cuando nada es lo que parece.


No soy ninguna ingenua por lo que sé de buena tinta que en más ocasiones de las que nos figuramos las apariencias engañan. Y de qué manera. Hay veces que es tal el despropósito que la decepción nos lleva incluso a romper los lazos con quienes nos han traicionado.
Evidentemente existen grados de decepción dependiendo de quién venga el engaño, no nos duele lo mismo que un simple conocido pretenda metérnosla doblada a que sea nuestro amigo del alma el que lo intente. Todos tenemos al menos una persona en la que confiamos más que en ninguna otra que si en algún momento pretendiese hacernos vivir en una mentira nos partiría el corazón. Yo formo parte de ese todos y en mi caso esa persona se llama Rut y soy yo misma.
Resulta que la que suscribe y escribe tenía un concepto de sí misma, y más concretamente de lo que concernía a su organismo (me refiero al mío, claro) cuyo parecido con la realidad era pura coincidencia. Menos mal que ayer (más vale tarde que nunca) la parte de mí que creía ser se enfrentó cara a cara con la que realmente soy y en ese momento no tuvo más remedio que abrir los ojos.
En esto ha consistido mi punto de inflexión: ayer fui a una nutricionista. Harta como estaba de que a pesar de comer más o menos sano (con excepciones, reconozco que posiblemente demasiadas en los últimos tiempos) mi cuerpo se resistiese a mostrar externamente ese esfuerzo, busqué por internet y encontré un sitio que a priori me llamó la atención. El correo de respuesta a mi consulta y la llamada de teléfono que mantuve posteriormente con la susodicha me convencieron de que merecía la pena probar a ver qué era aquello del estudio antropométrico del que hablaban en su página web.
Mi cita era a las 13 horas pero entre lo previsora que es una y la falta de control del tiempo y la distancia en Madrid cuando dependes de un trayecto a pie y de un metro con su trasbordo me hicieron llegar con antelación, así que Elena se apiadó de mí y a la una menos diez me recibió en su consulta.
Elena es una chica joven, alta y delgada que empatiza muy bien con la gente desde el minuto uno. Directa y clara, comienza preguntando mil cosas sobre salud y hábitos alimenticios. Quiere saberlo todo y de todo toma buena nota, sin perderse ni una coma de las respuestas que le doy.
La conversación fluye sin problemas mientras yo confieso todos y cada uno de mis pecados relacionados con la comida a la par que en mi interior ruego por que al final la penitencia no sea demasiado dura. Con el castigo ya cuento. Ya lo hacía incluso antes de entrar por aquella puerta.
Cuando llega la hora de la verdad, esa en la que pasamos de la teoría (soltar el discurso) a la práctica (quedarme en paños menores y mostrar mis vergüenzas) me siento tranquila. Sé que no tengo un cuerpo 10 y precisamente como soy consciente de que no es así y de que me gustaría acercarme al menos a un 8, por ese mismo motivo estoy aquí. Y a partir de este punto comienzo a ser consciente del engaño en el que vivía. Después de que me tumbase en la camilla y me enchufase a la máquina que terminó descubriendo los porcentajes reales de los que estoy compuesta desglosados por agua, grasa y músculo, llegué a la siguiente y lamentable conclusión: Soy un cuerpo-escombro.
Mis niveles de grasa son tales que mejor dejarlos en el anonimato en el que están, el porcentaje de agua está por debajo de lo que es la media y si hablamos de músculo… como me decía Elena, estar está, pero lo cierto es que no se sabe muy bien dónde (y eso yendo al gimnasio desde hace dos meses. No quiero ni imaginarme cómo estarían esos niveles antes…)
Para continuar con las buenas noticias me comenta que debido a la zona en la que tengo localizada la grasa soy propensa a tener diabetes y enfermedades similares y me confiesa que ella misma se ha sorprendido con los parámetros que escupe la máquina endiablada porque a simple vista se ve que no aparento lo que en realidad soy por dentro. Permitidme que me presente: soy el engaño elevado a la máxima potencia.
Después de más de una hora de consulta en la que terminamos elaborando una dieta acorde con mi yo real se despidió de mí dejándome claro que ella no es ni pretende ser la madre de nadie por lo que no me va a regañar si las cosas no transcurren como está previsto. Y hace bien. La primera interesada en poner remedio a tanto desaguisado soy yo misma, así que para qué la bronca.

Ayer abandoné la consulta de Elena llevándome las manos a la cabeza. Hoy procuro tener la cabeza fría y centrarme en todo lo que me ha recomendado para convertirme en alguien sano por dentro y por fuera. Particularmente por dentro. Porque como se suele decir en estos casos: si uno está bien por dentro al final eso termina reflejándose en su exterior. Lo voy a petar. Ya veréis.

Alicia Keys. Superwoman. https://youtu.be/-AphKUK8twg





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