No soy ninguna ingenua por
lo que sé de buena tinta que en más ocasiones de las que nos figuramos las
apariencias engañan. Y de qué manera. Hay veces que es tal el despropósito que
la decepción nos lleva incluso a romper los lazos con quienes nos han
traicionado.
Evidentemente existen
grados de decepción dependiendo de quién venga el engaño, no nos duele lo mismo
que un simple conocido pretenda metérnosla doblada a que sea nuestro amigo del
alma el que lo intente. Todos tenemos al menos una persona en la que confiamos más que en ninguna
otra que si en algún momento pretendiese hacernos vivir en una mentira nos
partiría el corazón. Yo formo parte de ese todos
y en mi caso esa persona se llama Rut y soy yo misma.
Resulta que la que
suscribe y escribe tenía un concepto de sí misma, y más concretamente de lo que
concernía a su organismo (me refiero al mío, claro) cuyo parecido con la
realidad era pura coincidencia. Menos mal que ayer (más vale tarde que nunca) la
parte de mí que creía ser se enfrentó cara a cara con la que realmente soy y en
ese momento no tuvo más remedio que abrir los ojos.
En esto ha consistido mi
punto de inflexión: ayer fui a una nutricionista. Harta como estaba de que a
pesar de comer más o menos sano (con excepciones, reconozco que posiblemente
demasiadas en los últimos tiempos) mi cuerpo se resistiese a mostrar externamente
ese esfuerzo, busqué por internet y encontré un sitio que a priori me llamó la
atención. El correo de respuesta a mi consulta y la llamada de teléfono que
mantuve posteriormente con la susodicha me convencieron de que merecía la pena probar
a ver qué era aquello del estudio antropométrico del que hablaban en su página
web.
Mi cita era a las 13 horas
pero entre lo previsora que es una y la falta de control del tiempo y la distancia
en Madrid cuando dependes de un trayecto a pie y de un metro con su trasbordo
me hicieron llegar con antelación, así que Elena se apiadó de mí y a la una
menos diez me recibió en su consulta.
Elena es una chica joven,
alta y delgada que empatiza muy bien con la gente desde el minuto uno. Directa
y clara, comienza preguntando mil cosas sobre salud y hábitos alimenticios.
Quiere saberlo todo y de todo toma buena nota, sin perderse ni una coma de las
respuestas que le doy.
La conversación fluye sin
problemas mientras yo confieso todos y cada uno de mis pecados relacionados con
la comida a la par que en mi interior ruego por que al final la penitencia no
sea demasiado dura. Con el castigo ya cuento. Ya lo hacía incluso antes de entrar por
aquella puerta.
Cuando llega la hora de la
verdad, esa en la que pasamos de la teoría (soltar el discurso) a la práctica
(quedarme en paños menores y mostrar mis vergüenzas) me siento tranquila. Sé
que no tengo un cuerpo 10 y precisamente como soy consciente de que no es así y
de que me gustaría acercarme al menos a un 8, por ese mismo motivo estoy aquí.
Y a partir de este punto comienzo a ser consciente del engaño en el que vivía. Después de que me tumbase en la camilla y me enchufase a la máquina que terminó descubriendo
los porcentajes reales de los que estoy compuesta desglosados por agua, grasa y
músculo, llegué a la siguiente y lamentable conclusión: Soy un cuerpo-escombro.
Mis niveles de grasa son
tales que mejor dejarlos en el anonimato en el que están, el porcentaje de agua
está por debajo de lo que es la media y si hablamos de músculo… como me decía
Elena, estar está, pero lo cierto es que no se sabe muy bien dónde (y eso yendo
al gimnasio desde hace dos meses. No quiero ni imaginarme cómo estarían esos
niveles antes…)
Para continuar con las
buenas noticias me comenta que debido a la zona en la que tengo localizada la
grasa soy propensa a tener diabetes y enfermedades similares y me confiesa que
ella misma se ha sorprendido con los parámetros que escupe la máquina
endiablada porque a simple vista se ve que no aparento lo que en realidad soy
por dentro. Permitidme que me presente: soy el engaño elevado a la máxima
potencia.
Después de más de una hora
de consulta en la que terminamos elaborando una dieta acorde con mi yo real se
despidió de mí dejándome claro que ella no es ni pretende ser la madre de nadie
por lo que no me va a regañar si las cosas no transcurren como está previsto. Y
hace bien. La primera interesada en poner remedio a tanto desaguisado soy yo
misma, así que para qué la bronca.
Ayer
abandoné la consulta de Elena llevándome las manos a la cabeza. Hoy procuro
tener la cabeza fría y centrarme en todo lo que me ha recomendado para
convertirme en alguien sano por dentro y por fuera. Particularmente por dentro.
Porque como se suele decir en estos casos: si uno está bien por dentro al final
eso termina reflejándose en su exterior. Lo voy a petar. Ya veréis.
Alicia Keys. Superwoman. https://youtu.be/-AphKUK8twg
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