viernes, 9 de septiembre de 2016

Y yo con estos pelos...

Como quien no quiere la cosa un año más aquí estoy, de nuevo en capilla… y yo con estos pelos. Dicho lo cual, lo más apropiado para continuar con mi historia es que ahora añada esa frase tan manida que versa si parece que fue ayer, coletilla resultona que complementa perfectamente lo expresado anteriormente añadiéndole además un halo de misterio al asunto.

A quién pretendo engañar: Por más empeño que ponga y más entonación que le dé a la susodicha expresión cuando la pronuncio en voz alta, no tengo más remedio que rendirme a la evidencia y asumir que efectivamente y sin que me hubiese dado apenas cuenta ya he consumido mis 365 días disponibles (hay que recordar que este año fue bisiesto) como si de mi tarifa de datos de móvil se tratase, y vuelvo a encontrarme a las puertas del día 10 de septiembre, a puntito de añadir un año más a mi cada vez más extensa colección.

Al menos en esta ocasión el evento tendrá lugar en fin de semana y esto me permite celebrarlo de una manera más festiva y a lo grande, hacerlo hasta que el cuerpo aguante sin tener que preocuparme por contener mis ganas de lanzar el despertador por los aires a la mañana siguiente porque sé que no va a sonar. Claro que a estas alturas de mi vida “hasta que el cuerpo aguante” es más que probable que no sea sinónimo de trasnochar hasta las mil ya que el cuerpo aguanta lo que aguanta, pero si a algo estoy decidida es a pasármelo lo mejor que pueda y si al final consigo retrasar mi vuelta a casa hasta las cuatro de la mañana (ay hija, qué ilusa eres…) no terminaré por regresar a las tres y cincuenta y nueve.

Podría deciros que comienzo a notar algo distinto en mí como preludio a “mi gran día”, pero mentiría de pleno. Y yo no suelo ser dada a mentir. Una nariz de Pinocho quedaría muy desproporcionada con respecto al resto de mi cara y ya me llega con cumplir años como para tener que asumir además un cambio estético de tamaña envergadura de la noche a la mañana. Lo que sí os puedo asegurar es que me siento feliz, más si cabe que hace unos meses, y ese es el mejor regalo que me podía hacer a mí misma. Os confieso además que sigo sin ser consciente de los años que en breve llevaré a mis espaldas porque ciertamente me siento más joven, tanto física como mentalmente, que hace diez años. A veces ya no sé si me encuentro bajo el influjo de Benjamin Button y eso hace que vaya rejuveneciendo con los años, o de Peter Pan, y lo único que me pasa es que me niego a crecer. Como en ambos casos el efecto que consiguen es positivo para mí, me pido ser Peter Pan. Siempre me ha hecho más ilusión poder volar sin necesidad de tener alas.

Es increíble lo rápido que pasa el tiempo. Todavía recuerdo cuando era una enana y la sensación que tenía al respecto era exactamente la contraria. La época en la que los segundos parecían minutos, los minutos transcurrían como horas y las horas se tornaban días hace ya mucho que ha quedado atrás. Ahora no puedo evitar mostrar mi sorpresa cada vez que soy consciente de que eso que en mi cabeza sucedió ayer tuvo lugar en realidad en otro tiempo mucho más lejano. Y yo, por más que ahora intento detener el reloj no lo consigo, no soy capaz de evitar que los días se tornen en horas, las horas transcurran como minutos y los minutos parezcan segundos.

Como siempre sucede, el caso es no estar nunca conformes con lo que tenemos. No nos damos cuenta de que el tiempo que perdemos quejándonos por lo vertiginoso que discurre todo es tiempo que nunca vuelve. Porque habrá más 10 de septiembres, volverá el reloj a dar las doce y tendremos encima otro verano, pero lo vivido en el momento actual nunca será igual. Mejor o peor tal vez, pero igual jamás.

Mañana me voy de cenita con las niñas a una terraza que personalmente me encanta y en la que además de comer bastante bien no sientes cómo se te clavan uno a uno los sables en el cuerpo cuando te entregan la cuenta. Y una vez terminada la cena pasaremos a la zona de copeteo en el mismo local, con los tejados de Madrid como telón de fondo, y me tomaré una a mi salud. O dos… que últimamente estoy de un desatado que doy miedo.


No se cumplen años todos los días, así que ya que ahora es mi turno tengo ganas de celebrarlo como la ocasión merece. Si el domingo estoy para el arrastre me sentiré satisfecha. Habrá significado que al final conseguí lo que me proponía: Tachar en el calendario el primero de los siguientes 365 días con el sincero convencimiento de que de ahora en adelante me espera solo lo mejor.
Porque yo lo valgo.


Sidonie: Carreteras Infinitas. https://youtu.be/i1mUrIO7vHA