Siempre he presumido de
ser una persona a la que no le da pereza madrugar y con una hiperactividad
mañanera bastante decente, pero una cosa es que no se me peguen las sábanas y
otra bien distinta que tal día como hoy, festivo para más señas, me haya
despertado con las gallinas, lo que trasladado a la hora de los humanos se traduce en tener los ojos abiertos como platos a las seis y media de la mañana, minuto
arriba, minuto abajo (de los segundos prefiero ya ni hablar…).
En cuanto tomé conciencia
de lo que estaba pasando hice lo que tenía que hacer: cabrearme con el mundo
(porque conmigo no me da la gana), dar media vuelta para no encontrarme cara a
cara con los números marcados bien grandes y en rojo de la radio-despertador,
volver a cerrar los ojos e intentar concentrarme en contar ovejas. Tarea harto
inútil. Ver a semejantes animales saltando una valla uno detrás de otro nunca
me ha servido de nada ¿Por qué iba a hacerlo esta vez?
En un intento desesperado
recurrí al plan B: Opté por levantarme de la cama, dirigirme al
salón-comedor-cocina de mi pequeño palacio y llevarme el iPad a la habitación
para ver si echando unas partidas al Candy Crush Morfeo volvía a apiadarse de
mí. Es increíble el vicio que vuelvo a tener con ese juego diabólico. Había
conseguido desintoxicarme hace ya más de un año, en gran medida porque había
una fase imposible que por más que lo intentaba no conseguía superar. Pero hete
aquí que hace unos meses se me acercó un compi de trabajo con cara de cordero
degollado pidiéndome que le ayudase a superar el nivel 14. ¡EL NIVEL 14! Hombre-por-favor-faltaría-más…
Por si a alguno le quedaba la más mínima duda aclaro que superé la prueba en el
primer intento, y en ese momento conseguí contener mis ansias por volver al
pecado, pero cuando ya me pidió ayuda un par de veces más el gusanillo que
tenía dormido se despertó de la misma manera que yo hice hoy a las seis y media
de la mañana y no pude resistirme a enfrentarme de nuevo al nivel maldito, con
tan buena (o mala) suerte que lo superé. Resultó ser el principio del fin…
Ahora vuelvo a pedir vidas como una posesa y me dedico a destruir caramelos en
cuanto tengo ocasión.
Ya me he vuelto a ir por
los cerros de Úbeda… Es hablar de chuches y me pierdo.
En fin, que lo del Candy
Crush tampoco dio resultado, así que decidí levantarme de la cama e intentar
hacer algo de provecho. Y vaya si lo he hecho. Además del desayuno de rigor me
he puesto con un curso y me he ventilado dos temas con sus respectivos exámenes
como si no costase. Y no conforme con eso, me he recogido el pelo en una
coleta, me he enfundado en unos leggins y una camiseta y he salido a correr por
el barrio. ¡¡¡SÍ!!! No estáis leyendo mal: He dicho “salir a correr” y no me he
equivocado de frase.
Para los que no me
conozcáis es muy probable que ese hecho os resulte de lo más normal y puede que
haya algún despistado que hasta piense que soy una deportista de élite que se
está preparando como mínimo para correr la maratón de Nueva York. Que no os
confundan mis palabras… Soy la típica persona que se busca las excusas más
increíbles para evitar hacer ejercicio así que me enorgullezco de haber vencido
a la pereza y haberme calzado esas deportivas que comenzaban a llenarse de
polvo en mi armario. Cuando volví y me vi en el espejo casi me da un patatús:
Jamás pensé que nadie pudiese ponerse tan roja ni sudar como un pollo con menos
de media hora de ejercicio. Lo sé, se os acaba de caer un mito. Lo de la
maratón de Nueva York era demasiado bonito para ser verdad…
Después de la ducha de
rigor aquí estoy, sin que todavía hayan dado las doce en el reloj y ya con la
sensación de que llevo más de medio día a mis espaldas. Normal que luego
Araceli se burle de mí cuando me muero de sueño a las diez de la noche…
Lo malo de levantarse tan
pronto es que a media mañana ya te has quedado sin ideas con las que completar
el resto de horas que quedan por delante. Se aceptan propuestas.
Y mientras llegan, por
ahora creo que me voy a preparar el segundo café del día y disfrutarlo tranquilamente
en mi compañía para celebrar que estoy de santo. Que sí, que aunque pueda
pareceros increíble hasta mi nombre, el mío, sin la hache, tiene un hueco en el
santoral español. No es que sea yo mucho de celebrar estas cosas, pero últimamente
invento cualquier excusa para darme un capricho y así demostrarme el cariño y
el aprecio que me tengo.
Así
que si me disculpáis, voy a hacer un esfuerzo por levantarme de este sofá que
me atrapa y encender la cafetera, servirme ese café y tomármelo a mí salud y a
la de todos vosotros, personas todas que seguro que a estas horas estáis
comenzando el día. Yo en breve dormiré una siesta. Es lo que tiene llevar ya
unas cuantas horas despierta.
Elina
Born & Stig Rästa -
Goodbye To Yesterday https://youtu.be/qfR0bQZhlqM
Lo primero, felicidades por tu santo. Y sobre lo de pedir ideas cuando uno tiene tantas horas muertas... es más complicado, yo cuando me ocurría algo similar, me daba por limpiar (y no soy guarro, pues limiaba sobre limpio), tenía una manía que era pasar la escoba cada dos por tres (eso todos los días).
ResponderEliminarY cuando ya las paredes se me echaban encima (como en la canción de Mecano, "Perdido en mi habitación"), me cogía mi abono de metro y al centro me iba, a la sección de música y libros de El Corte Inglés y/o Fnac, algunas veces picaba en algo, pero enseguida me aburría de estar yo solo dando vueltas y me volvía otra vez para casa (que pena....)
En fin, disfruta de ese día de fiesta, que siempre se agradece (sobre todo los que tienen la suerte de tener un trabajo).
Y gracias por esta pequeña lectura que siempre se agradece.
Biquiños.
Fer