Soy una mujer
independiente, moderna y autosuficiente y puedo afirmar sin lugar a dudas que me
siento profundamente orgullosa de poder definirme como tal. Es maravilloso no
tener que depender de nadie para subsistir (mal que bien pero subsistir al fin
y al cabo). Adoro la independencia que me da el hecho de tener un pisito (su
tamaño no me permite utilizar el sustantivo en grado neutro) para mí sola en el
que me muevo a mi antojo sin tener que preocuparme de si el chándal de turno me
hace un trasero poco favorecedor o la camiseta que me he puesto no combina en
absoluto con los shorts.
Ya hace tiempo que he
aprendido a convivir con mi soledad y después de mil intentos fallidos al final
he terminado por hacerme amiga de mi propia sombra. Tanto es así que cada vez
que nos cruzamos por el pasillo nos saludamos con un leve movimiento de cabeza.
Yo además le sonrío, aunque nunca soy capaz de descubrir si ella a mí me
devuelve el gesto. Ser un ente en dos dimensiones es lo que tiene, que te quita
expresividad a cualquier cosa que hagas.
Es verdad, me siento en
paz y tranquila, orgullosa de todo lo que he ido consiguiendo a lo largo de
estos años. Pero con todo y con eso todavía hay un momento del año en el que no
me importaría compartir esta soledad con alguien: la mañana de Reyes.
Mientras que para muchos
el día 6 de enero es sinónimo de ilusión, para mí es un día normal, como otro
cualquiera. Pasa sin pena ni gloria y lo único que lo hace un poco diferente al
anterior y al siguiente es el hecho de que mi despertador no suene
advirtiéndome de que tengo que levantar el trasero de la cama para ir a
trabajar. Esta mañana me desperté, más tarde de lo que es normal en mí por
cierto, y salí de mi cuarto como cualquier mañana. Y cuando llegué al salón la
inercia hizo que echase una mirada de reojo a los pies del árbol de Navidad a
sabiendas de que no habría nada diferente desde la noche anterior. Y aún siendo
consciente de que todo estaría en el mismo sitio, esa mirada furtiva fue
inevitable. Como inevitable fue sentir una ligera punzada de decepción.
Por otro lado siempre digo
que en mis circunstancias es mejor no encontrarme con ninguna sorpresa debajo del
árbol. El susto que me puedo llevar os aseguro que sería morrocotudo. Recordad
que vivo sola…
Y es entonces cuando
pienso en todas esas personas que se habrán levantado esta mañana de sus camas y
se habrán encontrado con algún regalo estratégicamente colocado bajo el árbol o
incluso dentro de los zapatos. Y es entonces cuando retrocedo al pasado y me
veo a mí misma, la Reina Rut, dejando a hurtadillas los pequeños presentes para
aquellas personas importantes de mi vida. Sigo con los recuerdos y palpo la
ilusión que yo misma experimentaba, más propia de una niña pequeña dicho sea de paso, al darme de bruces con los paquetes
perfectamente envueltos que Sus Majestades los Reyes de Oriente habían dejado
para mí. Y entonces cierro los ojos y revivo ese momento en el que rasgaba el
papel de regalo y descubría la sorpresa que me tenían preparada. Y si me
esfuerzo un poco todavía puedo sentir el suave tacto de ese jersey que había
visto días atrás en cualquier escaparate. O el olor a piel de aquel bolso que
me dejaba embobada cada vez que mi mirada se cruzaba con él y que siempre decía
que terminaría comprándome aunque nunca lo hiciese porque su coste se salía un
poco de mi presupuesto.
Es cierto, en esta mañana
siento un poco cómo la morriña vuelve a mí por momentos, noto cómo la sensación
de soledad me abraza un poco más fuerte de lo que a mí me gustaría, me dejo
envolver por la melancolía que me arrastra hasta otras épocas de mi vida en las
que disfrutaba de la mañana del 6 de enero de otra manera diferente a la actual.
Os puedo asegurar que éste
es el único momento del año en el que echo de menos la compañía de otros, el
sonido de otras voces aparte de la mía, la risa nerviosa y agradecida que surge
inevitable cada vez que un nuevo regalo sale a la luz, los desayunos con roscón
y chocolate y toda la parafernalia que acompaña el ritual mañanero de tal día
como el de hoy.
Creedme si os digo que hoy
os tengo un poco de envidia. De la sana, no lo dudéis ni por un segundo, pero
envidia al fin y al cabo. Porque vosotros seguramente sí estéis experimentando
si no todas, muchas de las sensaciones que acabo de describir unas líneas más
arriba.
Tranquilos. Estoy bien. Es
sólo que durante unos minutos me he permitido flaquear un poco y cerrar los
ojos para de esta manera sentirme parte de vosotros y compartir todos juntos el
significado de este día. Vivir las mismas emociones que cualquier niño al
despertar, sentir la presencia de otra persona a mi lado, disfrutar de todos y
cada uno de los mágicos momentos.
Feliz
día de Reyes a todos. Sólo os pediría un último favor: tomaos un trozo de
roscón a mi salud y me haréis la persona más feliz del mundo. Eso querría decir
que durante un breve instante os habéis acordado de mí.
Bon
Jovi.
Please come Home for Christmas. http://youtu.be/mput_1lVYus
No estes triste!!!
ResponderEliminarA mi me han traído carbón!!!
Yo te guardo un trozo de roscón!!
FELIZ DÍA DE REYES!!
Gracias niño guapo! Tú pásatelo muuuy bien.
ResponderEliminarY que sepas que no me creo que sólo te hayan dejado carbón.... :-D
Un besote.
Ay... cómo te entiendo!! Hace unos años estaba en la misma situación, en un pisito de apenas 30 metros cuadrados en Puente de Vallecas y la misma soledad que me apretaba con fuerza. Pero llegó una ¿"señora"? llamada crisis y aquí estoy otra vez coleando entre Beluso en casa de mis padres y en Jerez en la casa de otra persona importante para mí.
ResponderEliminarEn estas fechas es inevitable echar la vista atrás y recordar esos años sobre todo de infancia en los que esperábamos encontrar un juguete en lugar de unos zapatos o un pantalón.
Madrid está llena de gente, y tú debes poner esa sonrisa preciosa, salir a la calle y quedarte con los buenos recuerdos aunque tu gente no esté tan cerca como te gustaría (o debiera).
Un abrazo y disfruta del día, lo importante es tirar hacia adelante y vivir el momento.
Cierto todo lo que dices y no dudes que lo llevaré a cabo. Es sólo que a veces una no puede evitar ponerse un poco ñoña.
ResponderEliminarLo que tiene ser gallego... jajajaja, la morriña
ResponderEliminar"Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calorcito del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... Y con cada día, uno aprende".
ResponderEliminar(Jorge Luis Borges)
Garbanzo
Garbanzo... Curioso nombre el tuyo...
ResponderEliminarMe encanta lo que has escrito. Y es muy cierto: cada día es un nuevo aprendizaje que tenemos que afrontar.
Gracias por leerme.
Un saludo.
Gracias a ti por compartir tus reflexiones. No dejes de ser la Reina Rut.
EliminarGarbanzo