lunes, 28 de abril de 2014

Vivir soñando.

De repente me ha entrado, así sin querer, un mono por escribir que no es normal. Y lo peor de todo es que no tengo ni idea de qué contar. Pero siento que necesito deslizar mis dedos por el teclado como si me fuese la vida en ello. No sé si a vosotros os ha pasado alguna vez, pero yo puedo pasarme semanas sin hacer nada que como de repente se me crucen los cables y la necesidad se vuelva imperiosa, me entra una angustia desesperada por hacer lo que sea que se me ha metido entre ceja y ceja y tengo que hacerlo a la voz de ya. La cabezonería es un rasgo muy arraigado en mí así que no, eso es algo que a pesar de mi transformación, no entra dentro del paquete de actualización de la renovada Rut. A ver si en la nueva versión introduzco algún parche que al menos minimice los daños que dicha tozudez ejerce en aquellos que me rodean. No existe programa perfecto. Yo no lo soy.

Sigo sin tener ni idea de qué contar… En otras ocasiones siempre había un tema, una idea que servía de hilo conductor a la historia que narraba. Se me da bien hablar de mí misma, de mis sentimientos, de mi vida, obra y milagros, pero una vez que ya has tocado todos esos frentes… ¿Qué hay que hacer para seguir escribiendo? Estoy bloqueada… Y lo que es peor… no hay nada en la tele… Ahora hay más canales que nunca y nada interesante que ver en ninguno. Creo que voy a gritar.

Me falta iniciativa para mover el trasero del sofá. Ayer estuve comiendo con un amigo que es la hiperactividad en persona. Tanto es así que no deja de mover las piernas ni siquiera cuando está sentado. Literal. No he conocido a nadie que se haya dedicado a tantas cosas a lo largo de su relativamente corta vida, y a cada cual más diferente de la anterior. Entre otras ocupaciones que ahora se me vienen a la cabeza ha sido vendedor de coches, adiestrador de perros (tiene un pastor alemán, Nek, que es, además de grande cual caballo, un verdadero amor), monitor de ski (su pasión más loca), cocinero en un restaurante (un día me hizo una paella de marisco que estaba para chuparse los dedos), tiene el título de auxiliar de vuelo, de técnico de laboratorio, ha sido dj en un garito estas pasadas navidades, practica snowboard, ha ejercido de agente musical y a saber cuántas otras historias me estaré dejando en el tintero. La próxima vez que lo vea seguro que se saca de la manga otra de sus habilidades. Y lo peor de todo es que no me sorprenderá. De él me puedo esperar cualquier cosa. Más majo el niño. Y yo… tan poquita cosa a su lado… pero en plan bien, vaya. Que no pretendo compararme con él porque eso sería imposible. Me conformo con sentarme y escucharle hablar de sus múltiples batallitas. Y con reírme por la forma que tiene de contarlas. Detalle también importante.

El poder del “persigue tu sueño” es impresionante, y para explicar lo que cuento no tengo que mirar demasiado lejos. Mi hermano, por ejemplo, un día decidió plantar cara a mis padres y pelear por el suyo. Desde muy pequeño tuvo mucha mano para la cocina. Yo soy la mayor, le llevo siete años, pero era él el que cuando nos quedábamos solos los sábados preparaba unos platos de lo más originales y deliciosos. ¿A alguno de vosotros se le ha ocurrido alguna vez freír lechuga? A él sí. Y lo que es más curioso: estaba buena…

Pues bien. Llegó el momento en el que tuvo que elegir una carrera. Siempre había sido inteligente pero redomadamente vago. Era un manitas con todo aparato que pasaba por sus manos, y sin demasiada ilusión comenzó ingeniería industrial. Cómo no, el fracaso el primer año fue monumental. Una cosa era manipular aparatejos y otra muy distinta tener que sentar el culo en una silla durante horas y estudiar como un jabato. Eso no iba con él. Pasaba cinco minutos delante de los libros y una hora pensando en las musarañas. Todavía recuerdo con pavor el día en el que el tío se plantó delante de mis padres para decirles que, no sólo dejaba la carrera, sino que además y sin avisar a nadie, se había apuntado en hostelería. Reconozco que en un primer momento el shock en mi casa fue inmenso. Pero se salió con la suya y ese septiembre se encontraba disfrutando entre fogones. Y años después tiene junto a su novia su propio restaurante. Y cuenta además con unos padres y una hermana que están extremadamente orgullosos de él. Porque al final y aunque haya días que desee tirar la toalla por culpa de esta crisis que tenemos encima, ha cumplido su sueño y mal que bien, ahí siguen los dos. Luchando con nota. Bravo.

Ehhh… Que lo que os estoy contando no os lleve a error, no os penséis que yo no me siento triunfadora también. A mi modo y a lo largo de mi vida he ido consiguiendo todo aquello que me iba proponiendo. Puede que al final algunas cosas no hayan salido como inicialmente hubiese imaginado, pero en rasgos generales me considero una persona muy afortunada. A día de hoy tengo una estabilidad laboral de la que no todo el mundo puede presumir. Y a nivel personal me encuentro en mi mejor momento. Parece que eso de enviar pensamientos positivos al universo funciona. Y hablo con conocimiento de causa: últimamente me suceden cosas maravillosas y en ocasiones inesperadas. Yo os recomiendo que hagáis la prueba. Es gratis y si funciona eso que os lleváis. La clave está en tener confianza en uno mismo y eliminar de la cabeza todos esos pensamientos negativos que ensombrecen todo lo que nos rodea y nos impide avanzar.

Ayer, mientas escuchaba una canción de India Martínez que se titula “Los gatos no ladran” escribí esto:

Hace ya un tiempo comprendí que por mucho que uno quiera aferrarse a lo que tiene, en ocasiones y por mucho que nos duela, hay que dejarlo marchar.

En un primer momento sentimos que es injusto, nos peleamos contra el mundo porque consideramos que no nos merecemos tanto dolor y sufrimiento. Lo que no somos capaces de entender es que lo que en un principio parece un tormento no es más que una liberación que nos conducirá sin duda a algo mejor.

Cuando aprendamos a olvidar sin lágrimas y a cerrar esa maleta del pasado, encontraremos por fin el camino hacia la buena suerte.

Porque de la misma manera que los gatos no ladran, la felicidad no se fuerza. La felicidad llega cuando uno menos se lo espera. Y mientras no nos liberemos de todos los falsos sentimientos de bienestar no podremos disfrutar de la vida como deberíamos.

¿Os habéis fijado en lo bonito que está el día hoy? Sería una verdadera lástima que no fuésemos capaces de apreciarlo. Porque la vida es lo más hermoso que existe. Lo único que tenemos que hacer es aprender a vivirla como nos merecemos. Esto es: de la mejor manera posible.

Porque todos y cada uno de nosotros somos un pequeño tesoro que en ocasiones todavía está por descubrir. Y como todo buen tesoro que se precie, valemos nuestro peso en oro.

Y si alguien intenta convencernos de lo contrario... que intente hacer ladrar a un gato.

Y lo más maravilloso es que creo ciegamente en todas y cada una de las palabras que he escrito.

La vida es un libro en blanco que todavía está por escribir. Nunca es tarde para perseguir nuestros sueños y alcanzar nuestras metas.


Y digo yo… para no tener nada que escribir he vuelto a rellenar unas cuantas líneas. Ahora lo que me toca es coger ese libro en blanco y dedicarme a garabatear unas cuantas páginas. Que la vida siguen siendo dos días.



India Martínez: Los gatos no ladran. http://youtu.be/Qlvr6V5Lbpk






3 comentarios:

  1. Y eso que no sabías que contar... jejee, pero genial (como todo hasta ahora).
    Chapó por tu hermano, un valiente que ha luchado por su sueño, aunque como bien dices, con esta crisis.... tendrá que seguir peleando y afrontando tormentas.
    Yo tuve la mala suerte (si se le puede llamar así) que luché por uno de mis sueños y monté un negocio, pero no funcionó, ahora intento tirar con lo que mis manos y mi creatividad me permiten, y me encanta lo que hago!! Pero la vida es así... caerse y volver a ponerse en pie.
    ¿Te dije que me encanta tu blog? (jejejej)
    Biquiños
    Fer

    ResponderEliminar
  2. Ánimo. Como tú bien dices, lo importante no es caerse, sino saber levantarse!!!
    :-D

    ResponderEliminar