sábado, 3 de mayo de 2014

Saltando obstáculos

La vida nunca dejará de sorprenderme. Y como suele suceder, procura darme una de cal y otra de arena no vaya a ser que me ponga cómoda y me deje llevar demasiado.

Ayer, sin ir más lejos. El día había transcurrido maravillosamente. Con dos narices me fui con tres tías que están más en forma que mucha gente que conozco de ruta senderística. 16 km de caminata. Dificultad media (su puta madre, con perdón por la expresión). Escalada vertical de colina incluida. Vale que este último punto inicialmente no estaba previsto y lo tuvimos que incluir en la agenda porque en un momento determinado “perdimos” el sendero y para volver a encontrarlo no nos quedó otra que subir una ladera empinada durante unos cuantos (¡muchos!) metros. A pesar del esfuerzo, a pesar de que hubo momentos en los que no sentía las piernas, a pesar del viento gélido que soplaba cuando llegamos (casi) a la cumbre, a pesar de los pesares el resultado final mereció el esfuerzo. El paisaje quitaba la respiración, la paz que se respiraba era infinita, y el buen rato pasado con esta gente fue genial. Ahora estoy floja porque me falta entrenamiento, pero ya tengo ganas de que se proponga la siguiente ruta para demostrarme a mí misma que yo también puedo superarme.

Pues bien, como iba diciendo… llegué agotada a casa, temiendo las agujetas que impedirían moverme al día siguiente. Hoy es el día siguiente y las agujetas todavía no han hecho acto de presencia. Otro ejemplo claro de que es inútil preocuparte por algo que todavía no sabes si va a pasar.

No llevaba dos horas en casa cuando recibí un WhatsApp que me hizo volver de esa cima del mundo en la que me encontraba para bajar rodando colina abajo y darme de bruces con la cruda realidad de nuevo. El mensaje decía: “Rapaces, no quiero que os asustéis, pero estuve ingresada para que me hicieran unas pruebas y hoy me dieron el alta hospitalaria. Tengo un linfoma folicular en estadio 2. No es mortal. Repito: no es mortal” En una milésima de segundo se me pasaron un millón de cosas por la cabeza. Me quedé petrificada. Sé que al final todo va a salir bien, me encantó leer el positivismo con el que mi amiga lleva el tema, sé que se ha cogido a tiempo y que al final todo se quedará en una batallita más que contar a los nietos y mi niña guapa seguirá dando guerra durante mucho tiempo, pero no he podido evitar que algo se me removiera por dentro. Es esa sensación que te invade cuando alguien al que quieres y que te importa se encuentra con una piedra en el camino. Es una mezcla que va desde la preocupación a la impotencia por no tener una varita mágica con la que hacer desaparecer todo lo malo que les sucede a las personas que son importantes para ti. Es la constatación definitiva de que ahora estamos bien y en un segundo la vida nos puede dar un vuelco. 

A veces son pequeños sustos que terminan superándose, como es el caso de lo que le pasará a mi amiga, y en otras ocasiones simplemente todo pasa del blanco al negro: El padre de una persona que fue muy importante en mi vida iba paseando una mañana por la calle y de pronto se desmayó. Y ya no volvió a despertarse más. Y tú te tienes que aguantar. Porque nadie te da otra opción.

Todo esto vuelve a reforzar la teoría del “vive el momento”. Nunca sabes si será el último que tengas en este mundo. Los “no puedo”, “no me siento con fuerzas”, “me da vergüenza”, “¿y si sale mal?” y frases del estilo, lo que en mi nuevo lenguaje se conoce como resistencias, tienen que quedar aparcadas porque serán siempre barreras que lo único que consiguen es hacernos perder el tiempo e impedirnos hacer lo que realmente queremos.

Ayer el día había comenzado azul y se tornó un poco más oscuro a medida que avanzaba. Lo bueno de los días es que después de la oscuridad de la noche vuelve a amanecer. Y eso mismo le va a pasar a mi amiga: con el tiempo mirará hacia atrás y dirá con orgullo que a pesar de las pruebas que la vida le ha ido poniendo en el camino, ella saltó todos los obstáculos y siguió adelante.


Y cuando atraviese la meta yo estaré allí, aplaudiéndola y jaleándola. Porque los amigos están siempre presentes en los momentos importantes. Aunque a veces la distancia nos ponga las cosas un tanto complicadas.




Gloria Gaynor: I will survive http://youtu.be/ZBR2G-iI3-I





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