sábado, 1 de noviembre de 2014

Ser o no ser una Ñu, esa es la cuestión.

Hace ya la friolera de aproximadamente siete años tuve la suerte de conocer a una gente maravillosa en un trabajo que me llenaba plenamente y en el que por primera vez en mucho tiempo se valoraban tanto mi buen hacer como mi don de gentes; mi profesionalidad y mi carisma; mi seriedad y mi sonrisa.

A base de pasarnos horas y horas entre las cuatro paredes de aquella caseta prefabricada se hizo inevitable que entre los que allí nos encontrábamos se crease una sensación de cariño que nos envolvió hasta hacer que todos, sin excepción, nos volviésemos inseparables. Huelga decir que esa amistad que se forjó entre hormigón, conductos de aire acondicionado, andamios y demás artilugios propios de una ampliación de un par de salas en unos laboratorios farmacéuticos todavía continúa a día de hoy. He sido ya testigo de tres de bodas, varios cumpleaños y quedadas diversas que han hecho que siga creyendo en el valor de la amistad. De la de verdad, que es la que escasea y la que en realidad merece la pena.

Pues bien, en medio de toda esa variedad de personalidades surgió un día, casi por casualidad, la figura del Ñu, no como el animal que es, sino como cualidad para indicar cuándo uno de nosotros se encontraba menos sociable que el resto. Y si bien en algún momento de nuestra convivencia ese término rulaba de unos a otros, al pobre David le tocó colgar con ese cartel al cuello con más asiduidad que al resto, no por huraño, sino más bien por vivir un poco al margen de lo que hacíamos los demás componentes del rebaño.

En estos días que corren me he permitido la licencia de pedirle mentalmente prestado a David su cartel y tatuármelo a fuego en la piel. Podría haberlo hecho en persona pero el muy Ñu se ha ido a Dinamarca y eso me queda un poco alejado de mi barrio. No sé en qué momento he sufrido tal metamorfosis, pero me encuentro en un momento de mi vida en el que noto que la sociabilidad no es uno de mis puntos fuertes. Cierto es que nunca me he caracterizado por ser la alegría de ninguna fiesta, eso queda fuera de toda duda. Como ya he comentado en alguna que otra ocasión prefiero sentarme a escuchar en una esquina a ponerme a bailar en el centro de la pista. El problema es que la esquina en la que ahora me encuentro está en el rincón más alejado de la sala, y yo oculta de la multitud que me rodea.

Lo más curioso de todo esto es que por primera vez en mucho tiempo este retiro impuesto es voluntario y no hace que me sienta hundida. Es como si mi propio organismo hubiese tomado la decisión de alejarse de todo y de todos para de esta manera sentirse bien consigo mismo. ¡Y vaya si lo ha conseguido!

Imagino que todos, en un determinado momento de nuestras vidas, necesitamos alejarnos unos metros para conseguir respirar aire un poco más puro, renovar energías y regresar al mundo de los vivos con más fuerza. Sería una manera poética de resumir esa frase que versa que a todos de vez en cuando nos hace falta parar un poco para recargar las pilas.

La figura del Ñu me ha acompañado desde hace ya tiempo, y cada vez que escucho esa palabra no puedo evitar visualizar a David y volver a aquella época en la que disfrutaba trabajando, compartía mis horas con gente sobresaliente y seguía formándome tanto en lo personal como en lo profesional. Luego llegó Madrid, mi época oscura, el momento del cambio y mi descenso a lo más profundo primero y el resurgir de mis cenizas después.

Soy una Ñu. Con eñe. Y a pesar de lo que todos podáis pensar, me siento muy a gusto en mi nueva piel. Sé que no durará para siempre porque mi carácter sociable me impedirá seguir en esa actitud eternamente. Pero mientras mi cuerpo me pida paz y tiempo para él, pido perdón a todos vosotros por dejaros un poco de lado. Sólo os diré una cosa: puede que no me pronuncie públicamente pero os puedo asegurar que todos y cada uno de vosotros tenéis un hueco en mi corazón.

Y por si os estáis preguntando si cabréis todos o tenéis que hacer cola durante horas en la entrada para encontrar un buen sitio en el que acomodaros os diré que no será necesario. Porque tengo un corazón tan grande que habrá hueco para todo aquel que quiera quedarse en él. Hay cosas que, a pesar de las vueltas que dé la vida, nunca cambiarán.


Y si ser una Ñu me transforma con el tiempo en una persona mejor, eso que gano yo y las personas que a mi alrededor se encuentren. Bien pensado, mucho mejor haberme transformado en Ñu y no en cucaracha, bicho asqueroso donde los haya. La de pisotones que seguro me he ahorrado eligiendo la primera opción…



Meredith Brooks. Bitch. http://youtu.be/bv4q4Kk0Qr0




3 comentarios:

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  2. Con un poco de retraso.... te diré como siempre: fantástico. Cuanto más te leo, más cercana te siento, porque muchas cosas que escribes las he vivido yo (y no creo que sea el único) en primera persona y a veces me pregunto mil cosas que ni sé responderme. Y ahora que te leo... creo que entonces yo sería también un Ñú, porque tampoco soy precisamente el alma de la fiesta y me veo muy identificado en muchas de tus palabras.
    Aprovecho también a darte las gracias, porque leerte me ayuda a mí.
    Un abrazo
    Fer

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  3. Muchas gracias como siempre. Este tipo de apoyo es el que me anima a seguir sacándome de la chistera tantas locuras y plasmarlas en este blog.
    Un besazo.

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