martes, 11 de julio de 2017

Pensamientos ilustrados. Parte 2.


Segunda entrada que dedico a dos de mis grandes pasiones: la escritura y la fotografía. No me considero experta en ninguna, pero gracias a ellas he descubierto una parte de mí que no conocía y que reconozco me apasiona.

Disfruto con el reto que me impongo de tener que esforzarme en sacarle todo el jugo que puedo a las diferentes imágenes añadiéndoles un pequeño texto que las complemente.

A vuestra salud...


¿Subes o bajas?



Desde pequeño te han inculcado que tú eres el único dueño de tus actos y que solo tú decides cómo quieres vivir tu vida. Mentira. Nadie añade a la ecuación el hecho de que a tu alrededor todo te condiciona para que vayas en una determinada dirección. A veces son pequeños gestos o palabras los que nos influyen pero también están aquellos detalles que se ocultan entre la maleza y que no se dejan ver hasta que ya te has visto obligado a dirigir tus pasos en una de las dos direcciones. El que diga que tiene el destino de su vida totalmente definido y bajo control miente. O se engaña a sí mismo, opción que me parece incluso peor. Por cada decisión que escoges descartas, como mínimo, una diferente, sin saber si la opción elegida te conducirá al éxito más apabullante o al fracaso más sonado. Asúmelo: la vida es como una escalera y cada momento que la conforma un peldaño que te conduce hacia un futuro desde luego incierto, pero siempre emocionante. De ti depende si quieres afrontar el siguiente escalón y asumir un riesgo que te puede llevar a lo más alto o prefieres retroceder al anterior y conformarte con lo que ya conoces. En otras palabras: tú decides entre luchar por tus sueños o no. ¿Subes o bajas?




Un festivo cualquiera en Madrid.

Sucede que a veces me despierto un día de fiesta a la misma hora que lo haría si tuviese que ir a trabajar. 
Sucede que entonces me levanto con infinitas ganas de no quedarme en casa a pesar de que la temperatura exterior no invita precisamente a poner el pie fuera de la puerta. 
Sucede que al final el deseo por abandonar las cuatro paredes que me protegen del frío gana la batalla al pijama y al sofá. 
Y sin que me dé cuenta, sucede que Madrid se presenta ante mí y me invita a recorrerla sin rumbo fijo, volviendo a aquellos rincones que, harta como estoy de identificar con los ojos cerrados, cada día que pasa siguen encandilándome como la primera vez que los tuve frente a mí.
Y entonces sucede que la mañana ha discurrido en un suspiro y, agotada, regreso a casa con la sensación de haber aprovechado cada minuto de esta jornada festiva y otoñal. 

Sí, es verdad: a veces sucede... 



Encrucijada.

Es la dirección que elijas la que marcará tu destino así que párate un segundo y reflexiona un poco antes de decidirte por alguna. Eso sí, cuando lo hayas hecho, camina hasta el final de la senda y sácale todo el jugo posible a lo que te vayas encontrando por el camino, porque sin que te des cuenta estarás escribiendo la historia de tu vida. Procura que ésta sea lo más gratificante posible. Tanto, que cuando llegue el momento de echar la vista atrás sientas crecer en tu interior un orgullo tal que sin palabras te confirme que ha merecido la pena seguir esa flecha. 







Despertar.

Así fue: en mitad de una fría noche de diciembre y mientras recorría una calle vacía descubrió lo ridículo que resulta tener miedo a estar solo, supo que la felicidad no se alcanza por el mero hecho de estar rodeado de mucha gente, entendió que lo más importante en esta vida es aprender a convivir con uno mismo y que en ocasiones no hay mejor compañía que la soledad. Y entonces se paró en seco, respiró hondo, miró cara a cara al vacío que lo rodeaba y por fin fue capaz de sonreír. 








Dejarse llevar.

... y dejar que todo fluya, sin forzar ni la ruta ni el destino. Solo así conseguiremos que al final todo encaje. 

















Momentos mágicos.

Noches en las que la luna decide iluminar mis pasos más que cualquier farola.

Noches en las que todo, hasta lo inesperado, puede suceder.

Noches que se vuelven día.

Noches mágicas que despiertan a mi verdadero yo.

En definitiva: Noches... noches de luna llena. 





Tiovivo.

No te dejes influenciar por lo que te digan los demás y sigue tus más primitivos instintos. Solo así aprenderás a disfrutar de lo que es verdaderamente importante. Solo así te darás cuenta de que en más ocasiones de las que piensas basta con que decidas volver a ser niño, te subas al caballito y te dejes llevar para, en una de esas subidas, ser capaz de alcanzar la felicidad con los dedos. Basta con que te liberes de tus cadenas, respires hondo, des un paso al frente y con paso firme decidas subirte a este tiovivo llamado vida. El viaje bien vale un intento.







¡He dicho!

Ni todas las estrellas se localizan en lo más alto del firmamento ni todos los corazones se ocultan por miedo a mostrarse tal y como son.









Vértigo.

No mires jamás hacia abajo. Que no te puedan las inseguridades. Ni se te ocurra visualizar en tu cabeza lo mucho o poco que te queda para llegar a tu destino. Simplemente actúa. Piensa que cada paso que das al descender estarás un poquito más cerca del objetivo que te has marcado. Céntrate tan solo en eso y notarás cómo a medida que avanzas en tu camino tus pies se muestran infinitamente más ligeros, como si quisiesen echarse a volar en cualquier momento. Y finalmente, sin apenas darte cuenta, habrás alcanzado el último escalón, olvidarás todos los malos momentos pasados y te descubrirás gritando: "¡Joder, qué bien sienta haber llegado a la meta!" 


Piensa positivo y vencerás.

Alcanzar el cielo es más fácil de lo que parece. Todo depende de la perspectiva desde la que se intente. 


Pide un deseo. 💫

No. No quiero promesas que me entreguen el cielo. No necesito el universo a mis pies ni la luna entre mis manos. No suspiro ni por estrellas fugaces ni por constelaciones brillantes. No. Cuando cierro los ojos y pido un deseo lo que realmente añoro es sentir tu aliento en mi cuello, notar tus dedos rozando mi cuerpo, temblar entera cuando tus labios besan los míos, mirarte a los ojos y derretirme en ellos... Así que no. No me prometas el cielo. Haz algo mejor. Susúrrame al oído que soy lo que llevas esperando toda tu vida y que estarás conmigo hasta el final de los tiempos. 
Y entonces, justo en ese preciso instante, todo terminará por encajar y en mi cabeza retumbará la frase que lo resumirá todo:
"Deseo concedido". 



 Cuestión de perspectiva. 

En el preciso momento en el que tomé la decisión de no volver a bajar la cabeza descubrí que era más gratificante mirar hacia las estrellas que estrellarme contra el suelo.




... hasta la próxima...



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