viernes, 13 de diciembre de 2013

Lluvia sumada a melancolía igual a nostalgia.

Hoy es viernes, viernes 13. Siempre me ha gustado esa confluencia de día de la semana y número del mes. No porque en algún momento de mi vida me haya pasado algo especialmente importante o significativo; me atrae sin más. Tal vez el hecho de que venga del país de las meigas tenga algo que ver con ello. Desde luego siempre me he considerado una brujilla (que no bruja) buena y revoltosa. Y bien orgullosa que me siento de ello.

Hoy, advierto, me he puesto a escribir sin saber muy bien qué contar. Estaba sentada en el sofá de casa después de un día que ha resultado agotador y me ha invadido una extraña melancolía que no sé muy bien a dónde me llevará.

No estoy triste por ningún motivo en concreto. De hecho mi vida últimamente está siendo de todo menos aburrida, pero hoy me invade cierta inquietud que no sé muy bien cómo controlar, así que sin apenas darme cuenta he echado mano de mi portátil, abierto la tapa y pulsado el botón de encendido. Y de pronto apareció ante mí la foto que tengo como fondo de pantalla en la que estamos Araceli y yo, amigas inseparables desde que nos conocimos en nuestro primer día de instituto en Pontevedra.  Adoro esa foto porque cada vez que la veo me demuestra que, a pesar de los años transcurridos y de que la distancia nos hubiese separado durante un tiempo, se crean lazos tan fuertes entre las personas que en nuestro caso han conseguido que siga existiendo entre nosotras un cariño tan grande como en aquella época en la que comenzamos a compartir confidencias mutuas.

Cuántas cosas se esconden detrás de una simple foto. Tengo una caja enorme llena de recuerdos. De vez en cuando, en esos momentos en los que el masoquismo me invade, me siento en el suelo (me encanta sentarme en el suelo), abro esa caja y comienzo a desempolvar el pasado. Y me reencuentro con gente que de tan joven que se ve en esas imágenes parece otra diferente a la actual, personas que ya no están aunque vivan para siempre en la memoria, gente que ha pasado por mi vida y de la que en la actualidad únicamente conservo esas imágenes, y otra mucha que me sigue acompañando y ayudándome a seguir adelante. Y me puedo pasar horas viendo esas fotos y rememorando las situaciones que dieron lugar a todas esas instantáneas: reuniones de amigos, fiestas, cumpleaños, encuentros familiares, antiguos novietes, viajes inolvidables, estancias en el extranjero que me han convertido en lo que soy…

Y cuando vuelvo a cerrar esa caja con ella se queda un pedacito de mí, cuidando de todos esos recuerdos y de toda esa gente, mientras mi cuerpo y mi mente regresan al presente. Y vuelvo a encotrarme sentada delante del ordenador, haciendo doble clic para abrir el archivo de Word en el que, sin apenas darme cuenta, comienzo a escribir sin rumbo, sin saber muy bien qué quiero contar pero teniendo claro que me apetece hacerlo porque es la manera que tengo de desahogarme y luchar contra esa melancolía que me arrulla y me envuelve con su sutil tristeza.

Hoy es viernes, viernes 13. El inicio de un nuevo fin de semana. Frío y, si las circunstancias no lo remedian, también lluvioso. Un día como otro cualquiera para permitir que mis dedos se deslicen por el teclado y, dejándose llevar por esa nebulosa que me invade, llenen las páginas blancas de un folio ficticio que aparece en la pantalla de mi portátil con palabras que tal vez no signifiquen nada para cualquier otro que no sea yo, pero que me identifican como persona y que me ayudan a descubrir un poco más quién soy.

Porque incluso las brujillas necesitamos averiguar quiénes somos, a dónde vamos y de dónde venimos… Y por eso nos sentamos en el suelo, cual simples mortales, abrimos esa caja llena de recuerdos y esparcimos a nuestro alrededor todos y cada uno de los momentos que han formado parte de nuestro pasado. Podría parecer que no sabemos lo que hacemos, que estamos llenando la habitación de simples fotografías…  En realidad intentamos no olvidar nuestras raíces. Así que, si me disculpáis, voy a introducirme durante un rato en la máquina del tiempo...



Mientras, y sin que pueda hacer nada por evitarlo, ese halo de melancolía que me invade sigue haciendo de las suyas…



Luz Casal. Entre mis recuerdos. http://youtu.be/zUnOWCURe2M






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