Hay momentos en la
vida en los que tienes que actuar con tu cabeza igual que harías con un
ordenador que ha dejado de funcionar: pulsar las teclas Ctrl+Alt+Sup y resetear
los pensamientos por completo hasta dejar el cerebro limpio y reluciente, con
ese olor a lejía que confirma que todo está desinfectado y brilla como si fuese
nuevo y no se hubiese usado en la vida. Para entendernos: lo que vulgarmente se
conoce como “cambiar el chip”.
Y ese cambio que
aparentemente puede resultar muy fácil termina por convertirse en algo
extremadamente complejo. Porque digo yo… por algo será que tu coco tiene esa
forma de pensar y lleva toda la vida siendo tal y como es. Porque si cambiar
fuese tan sencillo como cuando por la mañana te levantas con la intención de
ponerte una camisa y al final terminas decantándote por un jersey de cuello
vuelto del que te has acordado en el último minuto sin que eso te genere ningún
tipo de frustración, seguro que las comeduras de tarro dejarían de existir y
como consecuencia los psicólogos no tendrían trabajo. Y ya bastantes parados
tenemos a día de hoy en España como para que nos remuerda la conciencia por
mandar a tanta gente directa a la oficina de empleo.
Pues bien, hace un
par de días yo también he apretado esa combinación de teclas y he decidido
reiniciar mi cerebro. Estaba claro que por el camino que iba las cosas no me
funcionaban demasiado bien, así que me he decantado por la opción B a ver si
así tengo más suerte.
Y le he preguntado
a mi conciencia… "¿a ver niña: a ti qué narices te pasa? ¿Por qué eres tan pava?"
Y mi vocecita interior, tímidamente respondió: “no me siento bien conmigo misma.
No me quiero ni me valoro. Me encuentro muy perdida. Soy invisible”. Y tras oírla
me ha dado tanta lástima que me he apiadado de ella. Demasiada negatividad no
puede ser buena para nadie, ni siquiera para mí.
Así que he decidido tomar cartas en el asunto.
Y una de las consecuencias del cambio ha sido volver al gimnasio. Qué mejor
manera de quererme más que mirarme al espejo y confirmar que me gusta el
reflejo que veo en él. No aplaudáis todavía que lo he retomado sólo hace tres
días, pero me siento motivada y con fuerzas, fuerzas que espero que me duren al
menos hasta que pueda constatar sin ninguna duda que no soy de esa especie
común que financia los gimnasios cada mes y que decide no pisarlos por miedo a que
se estropeen las instalaciones. Y si además y como consecuencia de mi esfuerzo consigo
ponerme cañón entonces… negocio redondo. ¡¡¡Yo cañón!!! A medida que lo pienso
más me apasiona la idea de encontrarme cara a cara con una tía buena cada vez
que me mire al espejo… Prometo no volverme demasiado insoportable… Sólo lo
justo y necesario.
Fuera chicos. No me
han dado más que disgustos, así que bye bye. En este punto mi corazón ha puesto
bastantes pegas, pero me he mostrado inflexible. No he tenido más que
recordarle los últimos acontecimientos para convencerle de que la doble puerta
acorazada que he encargado para blindarlo era la mejor opción para él. Al menos
mientras toda yo sea tan confiada y crea que la persona que tengo en frente de
mí es transparente (como yo), hace las cosas porque realmente las siente (como
yo) y por esa regla de tres interpreto que si hace lo que hace es porque siente algo por mí (lo que sea). Visión errónea, visto lo visto y sufrido lo sufrido.
Hay demasiados sapos disfrazados de príncipes que no se han enterado todavía de
que yo lo único que busco es un chico que me quiera y me valore por lo que soy.
Porque de promesas que no se cumplen y de planes que nunca llegan a buen puerto
ya me he cansado. Así que: candado echado.
Voy a disfrutar de
mi gente, de la que verdaderamente me quiere y a la que realmente importo.
Gente como Juan Carlos, que ha venido por motivos de trabajo a Madrid hace un
par de días y ha hecho un hueco en su agenda para salir a cenar conmigo. Como
Ara, que me llama día sí y día también para que hagamos algo juntas. Como Tere,
que ha quedado en ir a recogerme el sábado a la estación de tren para que
podamos ir a comer y pasar la tarde. O Mayte, que sé que tiene anotada en su
agenda desde hace semanas que este fin de semana estaré en Pontevedra. O
Montse, que me dará cobijo en su casa a finales de mes cuando me vaya a Alco a
pasar unos días con ella y Fran. O Eva, que probablemente venga de visita a
Madrid a principios de febrero. O Pili, que lleva esperando desde hace meses a que
me pase por Gran Canaria… Y así podría seguir hasta el infinito. Alguien me preguntaba
hace unos días si yo era consciente de la cantidad de gente que tengo a mi alrededor que se preocupa por mí cuando estoy mal y se alegra cuando estoy bien. Y sí,
lo soy. Y me siento muy afortunada. Si hablamos de dinero soy pobre de
solemnidad, pero si lo que cuenta es la gente que tengo conmigo entonces os
aseguro que soy la persona más rica del universo.
Mi cerebro ya está
preparado y sobre la camilla. Sólo quedan unos cuantos retoques que hacer a la
máquina para que mi transformación llegue a buen puerto, y una vez hechos nada
volverá a ser como antes.
Yo ya lo tengo claro, resetear es la clave. Así que allá
vamos: Preparados… listos… Ctrl+Alt+Sup.
Maldita Nerea.
Cosas que suenan a. http://youtu.be/sBMNOLPIyXM
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